ELENA BLASCO
La
ingenuidad como el lugar del que se extraen los monstruos cotidianos que
nos acompañan desde niños no debe ser el objeto del combate del artista
sino más bien un aliado. Lo mismo sucede con la duda, con el
experimento, con el hallazgo fortuito de signos desconocidos pero que se
saben inscritos en los códigos con los que pueden representarse las
cosas. Así parece entenderlo Elena Blasco (Madrid, 1950), que a lo largo
de su camino como artista ha ido recogiendo los frutos de la duda más
que sembrándola y haciendo acopio de esa ingenuidad que es ramificación
neutra de la inocencia y un buen medio con el que acercarse al miedo sin
necesidad de ser valiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario