Jorge Fin se adelantó al actual descrédito (en todos los sentidos) del mundo bancario y abandonó hace 23 años su puesto de trabajo en un banco. “Fui muy obediente con mis padres, estudié Economía, me puse a trabajar en el NatWest, y a los dos años estaba harto”, explica. “A mí lo que me gustaba era pintar, así que, cuando me salió una exposición en San Sebastián, me cogí un año sabático. Me decían que volviera, que me subían el sueldo, pero no lo hice”. Pintando y pintando dio con las nubes. “Yo pintaba series de cuadros de otras temáticas para las exposiciones, y las nubes las pintaba para relajarme y tenerlas en casa. Pero un galerista me animó a exponerlas y cada vez me fui metiendo más”. Ahora se define como pintor de nubes y, además de pintar cuadros, llena de enormes nubes fachadas y murales. Una tradición pictórica bastante fecunda, por cierto, sobre todo en el Romanticismo, de los pinceles de autores paisajistas como Turner o Caspar David Friedich, de quien su mujer decía que cuando pintaba nubes no se le podía interrumpir pues estaba “hablando con Dios”.
El PAIS
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