miércoles, 4 de julio de 2018

JUAN ANTONIO RODA

 Resultado de imagen de Juan Antonio Roda

Juan Antonio Roda (1921-2003): Nació en Valencia, España, y se formó en París, el artista vivió en Colombia desde 1955. Sus primeros trabajos fueron figurativos y su tema preferido fue el retrato del cual dejó numerosos ejemplos en pintura y dibujos. Entre 1961 y 1963 realizó una serie de cuadros no figurativos, dentro de los cuales sobresalieron los denominados “Tumbas”. Estas obras, con grafismos y muchas texturas, pueden considerarse expresionistas, próximos a las pinturas de la segunda escuela de París. Roda tuvo en cuenta para la elaboración de las “Tumbas” la idiosincrasia de los personajes a los cuales estaban dedicados. En esta forma, a base de colores y de manchas, el artista nos presentó una sutil referencia de escritores como Shakespeare o Miguel Hernández y de reyes como Agamenón o Felipe II. En 1964, Roda retornó a la figuración con la serie de doce óleos de Felipe IV, tema que realizó no por Velázquez que lo retrató muchas veces, sino por el personaje triste y solitario. Vinieron los “autorretratos” de 1967 y los “Cristos” de 1968.
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 En 1970 inició su producción gráfica de la que existen numerosos ejemplos realizados en series: “Retratos de un desconocido”, “Risas”, “Delirios de las monjas muertas”, “Amarraperros” y “La tauromaquia”, sin duda algunos de los mejores grabados del arte colombiano. Sin haber abandonado la pintura, el artista presentó los óleos “Los objetos del culto” en 1979, en los que con visos surrealistas hizo referencia a su vida y a su relación con personajes cercanos. Luego de muchos dibujos y óleos con más “autorretratos” de 1979 a 1983, Roda volvió a los grabados, y cuando estaba en España, en 1984, hizo la serie “Flora”. Estas técnicas mixtas de aguafuertes y aguatintas abrieron el camino a numerosos cuadros semifigurativos: “Flores” –1987–, “Montañas” –1989-99–, “Ciudades perdidas” –1990-91–, “Tierra de nadie” –1992-1993– y a numerosos óleos abstractos como “La lógica del trópico”, de 1998, y la hermosa serie “El color de la luz” de 2001, los lienzos no figurativos más bellos del arte colombiano de comienzos del nuevo milenio.
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