domingo, 4 de mayo de 2008
Basquiat
Nació en Brooklyn, Nueva York, el 22 de diciembre de 1960, hijo de padre proveniente de Haití y madre de origen puertorriqueño. Su padre, Gerard Basquiat, era un contador de respetable solvencia económica, y su madre, Matilde, era una diseñadora gráfica de gran prestigio profesional. Creció en un entorno familiar desgarrado, sus padres se divorciaron y por esta situación tuvo que cambiar muchas veces de escuela. Estudió en una escuela católica privada, luego en una pública y a los 16 años ingresó en la City-As-School, un centro para adolescentes dotados del que lo expulsan por rebeldía un año antes de graduarse.
Ya en su juventud entró en contacto con la subcultura de la gran ciudad, y entre drogas y bandas callejeras que conseguían dinero de mala manera. En 1977, junto con Al Díaz, se introdujo en el mundo del graffiti, pintando en los vagones del metro y por las zonas del SoHo, barrio neoyorquino donde proliferan las galerías de arte.
Al año siguiente dejó la escuela un curso antes de graduarse en bachillerato (high school) y abandonó su casa para, durante dos años vivir en las calles, en edificios abandonados o con sus amigos en el Low Manhatan, sobreviviendo a base de vender postales y camisetas que él mismo decoraba. Seguía dedicándose al graffiti, sus pintadas y escritos tenían mucha carga poética y filosófica, pero sobre todo satírica. El pseudónimo de su alter ego compartido con Al Díaz (SAMO: siglas de same old shit, la misma vieja mierda) con el que firmaban cuando pintaban sus tags y graffitis, con crípticos mensajes fue decisivo en su vida.
Estos murales llevaban inscripciones como “SAMO salva idiotas” o “SAMO pone fin al lavado de cerebro religioso, la política de la nada y la falsa filosofía”. Un artículo sobre la escritura callejera de SAMO publicado en “The Village Voice” fue el primer indicio de que el mundo del arte se interesaba por él.
El graffiti
Desde finales de los años sesenta, grupos de jóvenes de los barrios marginales de Brooklyn y del Bronx empezaron a cubrir las paredes de los espacios públicos (tapias, vallas publicitarias, andenes, túneles y vagones del ferrocarril metropolitano) de garabatos y pintadas. Los más próximos a la love generation se valían de esos espacios públicos para dar rienda suelta a su desencanto, a sus protestas, a sus desacuerdos con las estructuras sociales, políticas y económicas de un sistema que les era absolutamente adverso. Otros, huyendo de sus guetos, dejaban sus huellas o sus marcas anónimas en los muros urbanos con actitudes despolitizadas e indiferentes al establishment y con la única voluntad de afirmar su identidad y dar testimonio de su existencia en el seno de un sistema que los tenía apartados.
En 1979 escribió en los muros del SoHo: SAMO is dead. Entonces, colgó el graffiti, y fundó el Gray, un grupo musical en el que tocaba el clarinete y el sintetizador y con el que frecuentaba “pubs” como CBGB y el Mudd Club, lugares de moda donde se reunían otros artistas, pero pronto abandono su incipiente carrera musical. En el East Village, músicos y artistas elaboraron su propia subcultura (hip hop), compartieron su afición por la música rock, por el break y el rap y llevaron a cabo performances, filmes underground y graffitis.
Pero fue a partir de 1980, cuando aún vivía como un vagabundo, que se dedicó principalmente a la pintura. A diferencia de la mayor parte de los grafiteros, J.M. Basquiat poseía una cierta curiosidad intelectual y sentía una verdadera fascinación por el expresionismo abstracto, por los trazos gestuales de Kline, por los primeros trabajos de Pollock, por las pinturas con figuras de De Kooning y por las caligrafías de Cy Twombly, todo lo cual, junto a sus raíces haitianas y portorriqueñas, le llevó a tener un gran dominio del grafismo expresivamente gestual. Interesado también por las "combine paintings" de Robert Rauschenberg y por el Art Brut de Jean Dubuffet, así como por la cultura popular, sus graffitis adquirieron una cualidad plástica y expresiva cada vez más próxima a la de la reciente pintura norteamericana, hasta el punto que, unos años más tarde, Jeffrey Deitch definió su trabajo como una “chocante combinación del arte de De Kooning y de los garabatos pintados con aerosol en el metro neoyorquino”. Desde pequeño había recibido una apreciable educación artística informal; su madre lo llevó a visitar museos (fue miembro júnior del Museo de Brooklyn a los seis años), también lo inicio en la lectura de literatura poética y más tarde lo impulso a escribir la propia. El nombre de su grupo se convirtió en un capítulo más del mito cuando Basquiat afirmó que estaba inspirado en el autor de un libro sobre anatomía que había acompañado su convalecencia tras ser atropellado, a los seis años, por un automóvil. El propio Basquiat repetiría varias veces que ese libro fue un referente precoz de su trabajo. Completó su formación autodidacta como oyente en la Escuela de Artes Visuales, donde contactó con el pintor y autor de graffiti Keith Haring.
Exposiciones
Su primera participación en una exposición artística fue en 1980 en el Times Square Show, una especie de galería de moda y arte alternativo presentada en un almacén abandonado del Bronx. En cierta manera, fue la primera vez que la expresión del arte del graffiti dejó de ser exclusivamente una manifestación marginal, ya que una serie de artistas desvinculados en principio del sistema mainstream, es decir comisario/museo/crítico, exhibieron sus obras en la exposición. Estuvo organizada por el colectivo “Colab” (Collaborative Projects Inc.) y en ella los diferentes artistas profesionales y graffitistas fueron presentados de forma anónima e indiscriminada, todos mezclados (no había nombres de autores ni rótulos con los títulos de las obras).
Basquiat expuso un mural donde reunía algunos graffitis de SAMO. Y a pesar de las malas críticas que calificaron la exposición como algo en estado bruto, irreverente, rebelde, ejemplo de mal gusto y carente de cualquier atisbo de artisticidad, a partir de entonces los artistas del graffiti fueron objeto de un progresivo reconocimiento e integración en el sistema del arte. Algunas galerías del Soho, como el White Columns y Fashion Moda cedieron sus espacios para que los graffitistas colgaran eventualmente sus obras.
En 1981, Basquiat expone sus obras en la P.S.1 del Institute for Art and Urban Resources de Nueva York en una exhibición con el nombre: “New York/New Wave” (“Nueva York/Nueva Ola”). Se intenta decretar que esta muestra esta formada por un conjunto estelar del emergente jet-set artístico. El artista estelar era el fotógrafo Robert Mapplethorpe, y como en cada una de sus apariciones públicas la exposición ha sido elaborada como una minuciosa puesta en escena y da sus resultados. Esto repercute favorablemente a Basquiat ya que junto a las fotografías se mostraron las pinturas fuertes, de gestos ásperos y de coloridad tan simple como contundente del joven pintor. Acude a la exposición saturado de cocaína, incomodando con su presencia a los concurrentes. Es aquí donde conoce a Andy Warhol, con quien empezarían una amistad, y una colaboración profesional.
En diciembre de 1981 aparece el primer artículo importante “The Radian Child” de Rene Ricard en Artforum (nº 24, pp. 24-43) considerada la revista de arte más importante de la época. Ese mismo año (1981) se exponen sus graffitis en la Documenta de Kassel. Su pasión por la música era tal que en la época más intensa de su carrera, en medio de exhibiciones importantes como la de Transvanguardia Italia/América y la Dokumenta de Kassel, comenzó a producir música rap y DJ en los clubes de Manhattan. Sus músicos favoritos: Miles Davis, Charlie Parker, Dizzie Gillespie, Billie Holliday, entre otros, aparecen en los cuadros de entonces.
En 1982 se inicia para Basquiat un verdadero camino hacia el éxito: se multiplican sus exposiciones individuales y colectivas. En 1982 es incluido en la exposición Transvanguardia: Italia/América con artistas neo-expresionistas de la talla de S. Chia, F. Clemente, E. Cucchi, D. Deutsch, D. Salle, y J. Schnabel. 1982, participa en la exposición organizada por Diego Cortez, presentada en la Galería Marlborough de Nueva York, titulada The Pressure to Paint, junto con otros artistas como; G. Baselitz, S. Chia, F. Clemente, E. Cucchi, M. Disler, R. Fetting, K. Haring, J. Schnabel, entre otros. Al año siguiente (1983) participa en la Bienal del Whitney Museum of American Art de Nueva York junto a los emergentes representantes del arte apropiacionista, los nuevos expresionistas, y otros graffitistas como K. Haring.
Este mismo año (1983) la exposición Post-Graffiti, preparada por el prestigioso galerista Sidney Janis, y presentada en la galería que lleva su nombre -la Sidney Janis Gallery- confrontó el trabajo de aquellos artistas que ya se habían integrado plenamente en el sistema con el de los “artistas de gueto”, por supuesto Jean-Michel Basquiat apareció junto a los primeros como principal destacado entre otros como Haring o Scharf. En 1983 exposiciones individuales en galerías de prestigio de Nueva York como “Gagosian” y “Annina Nosei” En 1984, el Museum of Modern Art de la misma ciudad (Nueva York), que en principio se había mostrado reacio al neoexpresionismo presentó la importante exposición An International Survey of Recent Painting and Sculpture, dónde, junto a una selección de ciento setenta artistas Basquiat también participó. En 1984 Warhol le presentó al galerista suizo Bruno Bischofberger, quien dio a conocer su obra en Europa y con quien colaboró estrechamente hasta su muerte. Desde este año, los amigos de Basquiat empiezan a preocuparse por sus excesos en el uso de drogas. A menudo lo encontraban casi en coma y muy paranoico con ideas de persecución. La paranoia de Basquiat, con todo, tenía motivos por las amenazas muy reales de gente que le robaba cuadros de su estudio o de galeristas que se llevaban obras sin terminar para exhibirlas o venderlas.
En esta época Basquiat, entre otros pocos, llegó a ocupar las páginas de papel couché, de las revistas de información general y de moda como Time, Newsweek, Vanity Fair y Vogue no por su pintura, sino por su vida de “alta sociedad” y por su presencia en fiestas y en clubes de moda, como el neoyorquino Palladium. Se codea con Madonna y demás estrellas del espectáculo y la música. El 10 de febrero de 1985 Basquiat aparece en la portada de la revista dominical New York Times, convirtiéndose en el primer artista plástico negro que aparece en primera plana. Es curioso pues en esa época el estereotipo racista blanco es que los negros son buenos deportistas, bailarines o músicos, pero no en otros campos incluyendo las artes plásticas. El artículo que acompaña la foto, redactado por Cathleen McGuigan, se titula “New Art, New Money: The Marketing of American Artist” (Nuevo Arte, Nuevo Dinero: El Marketing de un Artista Americano).
En marzo de ese año, 1984, nueva exposición individual en la galería Mary Boone, otra de las más importantes del momento. Robert Farris Thomson, en el catálogo de esa exposición defiene el arte de Basquiat como dentro de una “tradición Afro-Atlántica” y en ese contexto queda catalogada. En 1985 colabora con Francesco Clemente y Andy Warhol, aunque las obras producidas no despiertan una respuesta positiva en la crítica. De esta colaboración el resultado son varios lienzos de gran tamaño con sugerentes combinaciones de color, “collages” que aúnan pintura, la serigrafía, el graffiti y el lenguaje publicitario. Entre 1984 y 1985 los lienzos viajaron de un estudio a otro; normalmente los empezaba Warhol, Clemente los perfeccionaba y Basquiat los remataba. Sin embargo, Warhol y Basquiat se entendieron particularmente bien. Warhol dejó escrito en su diario: “Jean Michel Basquiat ha conseguido que pinte de una forma muy diferente, y eso esta muy bien”. La idea de pintar juntos fue considerada enriquecedora para ambos porque Warhol, que en aquel momento sólo empleaba técnicas como la serigrafía, volvió a coger el pincel, y Basquiat comenzó a conocer las técnicas mecánicas aplicadas a la pintura. El “establishment cultural negro” criticaría el patronazgo de Warhol a un artista negro.
En 1986 viaja a África y expone en Abidján (Costa de Marfil). En noviembre de ese mismo año 1986, realiza una gran exposición (más de 80 obras) en el museo Kestner-Gesellschaft de Hannover, convirtiéndose con 25 años en el artista más joven que exhibe en ese museo.
En 1988 se instalan exposiciones en Paris y Nueva York, y en abril de ese mismo año, trata de abandonar su drogadicción y se va a su casa de Hawai. Vuelve a Nueva York en junio anunciando que se ha liberado de la droga, pero el 12 de agosto de 1988, muere por sobredosis de heroína con 27 años siendo el artista visual negro más exitoso en la historia del arte afro-americano.
A lo largo de su breve, pero intensa carrera artística realizaría más de 40 exposiciones personales y participaría en alrededor de 100 colectivas.
La autopromoción y el reclamo publicitario fueron para Basquiat factores prioritarios, como con anterioridad lo habían sido para Andy Warhol o Julian Schnabel.
El neoexpresionismo se fue imponiendo al apropiacionismo, en parte gracias a la pujanza económica que elevó a altas cotas el precio del arte y, especialmente, de la pintura, y en parte gracias al apoyo de galeristas y coleccionistas. La crítica, sin embargo, no fue unánime en su valoración, siendo habitual la denuncia de la falta de base teórica del discurso neoexpresionista. Se afirmó que el arte que practicaban los neoexpresionistas carecía de cualquier significado político o social, era sólo mercancía y, por tanto, objeto de los vaivenes y fluctuaciones del mercado. La pintura neoexpresionista quedaba reducida a un producto de consumo y, como tal, a un hecho creativamente descualificado y vulgar.
En la corta, pero intensa, actividad pictórica de J. M. Basquiat se pueden distinguir tres etapas:
- De 1980 a 1982, época en la que los graffiti sígnicos se mezclan con visiones callejeras y formas simbólicas de tradiciones culturales primitivas, como máscaras, esqueletos y calaveras.
- De 1982 a 1985, con obras pobladas de palabras-conceptos, imágenes vudú, totémicas y arcaizantes, retratos-homenajes a héroes negros- músicos de jazz, escritores, jugadores de baloncesto, boxeadores-, y referencias a la sociedad de consumo norteamericana
- De 1986 a 1988, período con cuadros cada vez más sofisticados en sus contenidos y en su compleja figuración pictórica, resuelta ésta con múltiples y fragmentarias citas de culturas primitivas o antiguas (africana, azteca, egipcia, grecorromana, etc.) pero también de la tradición pictórica europea. Como él mismo afirmó en más de una ocasión, el trabajo de J. M. Basquiat estuvo más cerca de la pintura, una pintura a mitad de camino entre la abstracción gestual y cálida y la figuración pospop, que del graffiti (“Mi trabajo no tiene nada que ver con los graffiti. Forma parte de la pintura. Yo siempre he pintado”).
Su preocupación por transmitir en su pintura la problemática de doble pertenencia a minorías étnicas, la afroamericana y la latina, si bien es elemento recurrente de su narración pictórica, nunca se sometió a intencionalidades mensajísticas condicionadoras. El crítico británico Edward Lucie Smith sostiene: “El más celebrado artista negro de los ochenta, Jean-Michel Basquiat, utiliza con frecuencia la imaginería “negra”, pero al mismo tiempo, siempre, demuestra su ansiedad por someterla a claros acentos de universalidad”. También precisa que: “Su intención no era tanto construir una capillita más para la cultura afroamericana sino competir en igualdad de condiciones con su mentor Andy Warhol”. Por su parte, el teórico alemán Klaus Honnef, afirma: “Sea casualidad o no, si se pasan por alto las significativas alusiones a la existencia social de los negros en EEUU y la furia considerable de sus cuadros, se podría llegar a la conclusión de que las pinturas y los dibujos de Basquiat están enraizados en la estética francesa, y no en los graffiti de Nueva York”.
Tal como sostiene Irving Sandler, Basquiat, que desde 1980 hasta su muerte, alcanzó un éxito y notoriedad nada comunes, al igual que unos años antes había hecho su “padrino” Andy Warhol, se convirtió en prototipo del genio romántico, atractivo, rebelde, hip y salvaje y a, a la vez, en el profesional ansioso de celebridad y dinero, en la última de las estrellas del universo rutilante de A. Warhol.
La leyenda del niño salvaje, tras su muerte será tocada y retocada hasta hacer casi imposible la distinción entre realidad y fabulación. Por ejemplo, el afán de ser el primero en descubrir, quizás inventar, al nuevo genio pictórico de la década, transforma a Diego Cortez en improvisado e inspirado promotor de la mítica historia de Jean-Michel Basquiat. Cortez alaba su primitivismo, la pureza casi arcaica, el vigor expresivo, y otros varios clichés del repertorio previsible cuando de artistas afroamericanos se trata, especialmente con el graffiti. El mánager, crítico de arte y poeta Rene Ricard le vaticina: “Haré de ti una estrella”. Y profetiza: “Nadie querrá ser parte de una generación que ignora otro Van Gogh”. El artista posee algunos rasgos, que ya hemos comentado, que constituyen una plataforma excelente a la hora de dejar despegar imaginaciones exuberantes: Joven, pobre (por lo menos durante algunos años y por propia decisión), negro y de ascendencia latina, presuntamente vinculado al mundo de las gangs, con un pasado reciente de frenético y contestatario graffitero, proveniente de una innominada y patética zona de Brooklyn. El mercado levantará su nombre como contraposición orgullosamente anti-intelectual a Keith Haring, artista post-pop de raíces grafiteras, aunque con una sólida formación artística. Basquiat solo atravesó fugazmente algunas escuelas de arte, conducta varias veces ponderada como virtud. Su temprana muerte marcará la definitiva consagración del mito.
De alguna manera Basquiat decidió la brevedad de su vida. “Yo sé que algún día voy a dar vuelta a la esquina y voy a estar preparado para eso”, dijo alguna de las pocas veces que habló sobre sí mismo, sobre su existencia. “Eso” era una muerte buscada desde la adolescencia que de alguna manera nunca abandonó, a través de un carácter obsesivamente autodestructivo. “Nunca se demasiado bien si estoy vivo. De todos modos no me preocupa demasiado, creo que soy inmortal” dijo a una de sus parejas, Jennifer Goode. La idea de su inmortalidad aparecía como pretexto cada vez que un Warhol paternal le recriminaba el abuso de las drogas: “No te preocupes, soy inmortal”.
El artista chicano Benny Dalmau y el transvanguardista italiano Francesco Clemente, coinciden en afirmar que sólo cuando pintaba parecía animado por una vitalidad tan incontenible como inesperada.
Annina Nossei, uno de sus primeros marchands explotó vergonzosamente uno de los trances donde la creatividad de Basquiat estallaba pródiga y desenfrenada. Roberto Hughes, célebre crítico norteamericano, en una reseña no muy amable aparecida a la muerte de Basquiat recuerda: “Le tuvo encerrado en el sótano de su galería pintando cuadros (ahora calificados como “primeros Basquiat”, para distinguirlos de los menos apreciados “últimos Basquiat”, pintados tres años más tarde) que ella vendía antes de que estuvieran secos y, algunas veces antes de que estuvieran acabados”. Hughes sostiene que Basquiat nunca tuvo demasiada suerte con sus marchands: “Su introductor social fue Henry “Frebbie” Geldzhaler, que había fracasado antes como escritor, conservador de museo e historiador, pero que aun mantenía una considerable influencia como informador, al menos entre los nuevos coleccionistas”.
A Nossei siguió Tony Shafrazi, quien antes de convertirse en galerista especializado en graffiti-art, había cometido un acto de vandalismo contra el sagrado Guernica de Picasso cuando este se encontraba expuesto en el Museum of Modern Art (MOMA). Más tarde manejará sus obras la implacable Mary Boone, toda una celebridad dentro del circuito artístico neoyorquino por su mano firme en el manejo de sus artistas.
La leyenda seguía creciendo, ahora apuntalada por la vigilancia de un mercado que encontraba un excelente y fructífero producto. Ricard, otra vez, retoma una profecía de 1981 y proclama: “Hemos encontrado el niño radiante del siglo”. Se lo compara, tras la aceptación europea, con Rimbaud. Sus seguidores afirman que en sus obras brilla una sensibilidad intuitiva que seguramente hubiese cuajado en formidable talento, brillan los inicios primarios de un don tremendamente escaso: la genialidad. La fuerza, el lirismo, la melancolía, la violencia, la gracia lúdica, el desenfado cromático, las fusiones imprevisibles, están allí, como testimonios que siempre comunican la sensación de fermentalidad inconclusa. También está la apropiación singularizada y sutil de Rauschenberg, de Jasper Johns. Sobre todo, la “salvajización” de los grafismos-textos utilizados por su admirado Cy Twonbly. Lo que en Twombly es levedad y refinamiento, en Basquiat se vuelve gestualidad exasperada, cartografías de una afectividad en perpetuo e inconforme desconcierto.
En 1996 la vida de Jean-Michel Basquiat fue llevada a la gran pantalla después de 6 años de rodaje, de la mano de su amigo y colega Julian Schnabel. El cantante David Bowie interpretó el personaje de Andy Warho
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