La escultura contemporánea se caracteriza por un radical proceso renovador que se inicia a finales de los años cincuenta. Dicha renovación se lleva a cabo fundamentalmente a través de tres vías: la reconsideración de los materiales tradicionales y la inclusión de otros tomados de la vida cotidiana, la desfetichización del objeto escultórico y la entrada en juego de otros valores espaciales, de escala y de ocupación. Tony Cragg (Liverpool, 1949) participa en la renovación de la escultura desde las mencionadas tres vías y toma como referencia a los artistas Minimal, las manifestaciones del Arte Povera y el trabajo de Richard Long; puesto que en su opinión “en lugar de remitirse a formas previas, han creado un nuevo lenguaje de las formas, han logrado una reflexión motivada por los aspectos formales mismos”.
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