Bengt Lindström destacado representante de la corriente expresionista, se trasladó tempranamente a París, donde vivió gran parte de su vida y desarrolló su vocación y se convirtió en el artista famoso que fue posteriormente. Ello ni impidió que mantuviera siempre vínculos artísticos y afectivos con Suecia, especialmente con la región donde había nacido en 1925, en el norte, donde transcurrió su infancia y adolescencia, en estrecho contacto con una naturaleza que siempre rescató en sus obras más recordadas.
Lindström inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Estocolmo y los continuó en Copenhague, París y Chicago. Sus primeros trabajos son retratos y autorretratos figurativos y en 1947 se traslada a París, donde trabaja intensamente, participa en varias exposiciones colectivas y conoce a pintores consagrados como Maryan, Pouget y el danés Asger Jorn, que influirá en su obra como se aprecia en la pintura de paisajes inspirados en personajes de la mitología escandinava.
Después de su primera exposición en París, en 1958, su nombre fue conocido internacionalmente impresionando su fuerza expresiva y la particular utilización de colores puros que acostumbraba a utilizar en grandes cubos en torno a los cuales se movía junto al lienzo tendido en un bastidor apoyado en el suelo. En 1962 participó en la segunda muestra de Nueva Figuración, celebrada en París.
Durante varios años expuso galería de retratos de escritores famosos como Oscar Wilde, André Gide y el filósofo Levi-Strauss. A partir de su conocimiento de la obra de Chagal, realizó sus primeras litografías, que, al igual que muchas de sus obras, fueron donadas a museos suecos, principalmente al de Härnösand.
Un rasgo de su personalidad fue su generosidad. Una de sus últimas donaciones tuvo lugar el año pasado y consistió en la serie denominada Asagudarna, siete grandes pinturas que aluden a los dioses de la mitología nórdica.
El País
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