sábado, 20 de octubre de 2012
Washington Barcala
Apenas nada. Unos finos listones de madera, unos fragmentos de cartones, unos trozos de tela de algodón pespunteada, unos recortes de figuras geométricas tomadas de libros de matemáticas y algunos rasgos, muy breves y circunstanciales, de pintura. Es decir, apenas nada y, sin embargo, la obra de Washington Barcala (Montevideo, 1920-1993) emerge con una poderosa presencia que obliga al espectador a demorarse en su contemplación. Efectivamente, sus obras suelen estar construidas con pocos y seleccionados elementos materiales que carecen de valor intrínseco, pero estos insignificantes restos, al ser tratados por la mano del artista, muestran una coherencia y un orden que convierte a los ocasionales residuos en imágenes poéticas del mundo.
Lo que hace el artista para conseguir esta metamorfosis no es más que ordenar el supuesto caos que reina en el estado habitual del conjunto de los materiales que emplea, componer aquello que convencionalmente calificaríamos como basura. Las ideas de composición y de orden están en la base del arte clásico y fueron requeridas por Barcala en su obra recurriendo a la geometría: las figuras primarias, la división en cuartos, los ritmos evidentes, la ortogonalidad...
Pero estos conceptos clasicistas han sido aplicados con criterios vanguardistas, recurriendo al collage de Schwitters, al constructivismo de Torres García, a la abstracción lírica, al accionismo expresionista y a los recursos plásticos del arte matérico y povera.
Dicho así, cualquiera puede llegar a pensar que se trata de un arte ecléctico que toma de aquí y de allá. No es así. Lo sorprendente de estas obras es comprobar cómo Barcala ha sabido asimilar y digerir los principios del arte en sus fuentes para realizar una obra que, sirviéndose del acervo del mundo artístico, responde a un universo personalísimo, a unos impulsos particulares que hacen que sus trabajos de la etapa madura, a partir de 1967, sean inconfundibles por el empleo de un lenguaje plástico particular. De esta manera, el conjunto de los impulsos estéticos se materializa y refleja en una poética intimista y rigurosa que muestra el orden de lo casual y dota de valor estético a lo despreciable.
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