Alejo Godofredo Manso Ortega, que con el tiempo habría de adoptar como nombre artístico el de Ortega Muñoz, nació el 17 de febrero de 1899 en San Vicente de Alcántara.
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Resultaría imposible una biografía de su vida que no fuera unida a su actividad artística. Cada paso responde a un imperativo de carácter artístico, la pintura como motor principal de la existencia del pintor.
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Hasta tal punto que, a partir de una determinada fecha, los únicos acontecimientos reseñables son aquéllos que tienen que ver con su obra.
Pronto marchó a París con el propósito de mejorar su formación, visitando entre 1925 y 1930, además de Francia, Italia, Centro-Europa, los países nórdicos, Grecia y Oriente Medio. Entre 1930 y 1935 vivió en Stressa, a orillas del lago Mayor, en donde entabló amistad con el acuarelista inglés Rowlwy Smart, que había sido compañero del pintor August John. En 1935 vuelve a España y con 30 años, celebra una importante exposición en el Circulo de Bellas Artes de Madrid. En 1936emprende otro viaje por Europa hasta el término de la Guerra Civil en 1939. De regreso a España traslada su estudio a Madrid aunque hasta su fallecimiento siguió haciendo prolongadas estancias en el campo.
En 1954 obtuvo el Gran premio de la II Bienal hispanoamericana celebrada en la Tate Gallery de Londres.
El gran éxito de su carrera habría de llegar en 1954 en la II Bienal Hispanoamericana de Arte de La Habana y donde Ortega Muñoz obtuvo el Gran Premio de Pintura con la obra ’La Carretera’. Este premio le abriría definitivamente las puertas, permitiéndose ampliar sus circuitos de exposición a Alejandría, Londres, París, Nueva York,...
A partir de 1958 tuvo la sala de honor en la Bienal de Venecia, en 1962 expuso en el Ateneo Madrileño, en 1968 tuvo una sala en la exposición de Bellas Artes de Madrid y en 1970 sus trabajos se expondrían en el Casón del Buen Retiro de Madrid, en las Salas Góticas de la Biblioteca de Cataluña en Barcelona, en el pabellón Mudéjar de Sevilla y en la Casa de la Cultura de Badajoz.
Un principio de orden arquitectónico establecido a partir de formas elementales, el camino y la cerca, el campo despoblado, los tocones de castaños y alcornoques, rige su pintura, que armoniza descripción naturalista y capacidad de abstracción; la ilusión de profundidad que crean los elementos estructurales del cuadro y el diseño plano de la composición.
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En la pintura de Ortega Muñoz la interpretación del asunto, cargado de contenido poético, dicta a la mirada un sereno equilibrio entre realidad y sustancia espiritual y toda su producción mantiene una constante unidad de fondo entre naturaleza y ser, de raíz y sentido profundamente religioso.
Extremadura fue constante referencia en la pintura de Ortega Muñoz, que alcanzó a dar de su paisaje una visión rudamente ingenua y, al mismo tiempo, severa, de contenido patetismo y extraordinaria veracidad.
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