lunes, 6 de julio de 2020

XURXO GÓMEZ-CHAO





( A Coruña, 1960 )




Inició sus estudios de plástica en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de su ciudad natal en 1977. Dos años más tarde participó en el Seminario de Estudios Cerámicos de Sargadelos, en Cervo, Lugo.

 A partir de esta fecha y hasta 1985, en que se licenció, cursó la carrera superior de Bellas Artes en la Facultad de San Carlos, en Valencia. Becado por la Diputación coruñesa asistió, en 1989 y 1990, al Taller de Pierre Carron en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París. En Pontedeume realizó su primera exposición individual, en 1982, y sucesivamente lo ha hecho en A Coruña, de manera reiterada, en Valencia, Compostela, Alcobendas y Portugal. 

Colectivamente mostró su obra, desde 1983, en Valencia, Murcia, Galicia, Santander, Francia, Irlanda, Portugal. Ha ilustrado libros de Marina Vázquez, Ramiro Fonte, homenajes a González Garcés y a Jean Francais. Está representado en los museos de Sada y A Coruña, en colecciones institucionales y en centros públicos. 

Su dedicación al grabado le ha llevado también a la Biblioteca Nacional de Madrid y al museo del Constructivismo Español de Marbella, en Malaga. La pintura de Gómez-Chao se inició en el expresionismo lírico, si bien con referencias dramatizadas, y pasó por una fase vagamente surrealista, de raiz onírica, para desembocar el fin en una mezcla de hiperrealismo objetual y modos de cinetismo de Vasarely o Sempere, que acaso es donde felizmentes se expresa.

 Objetos muy precisos, en series, desde formatos estrictamente geométricos, crean un ámbito preocupante en el espectador, que ve trascendida la realidad. Composiciones ajedrezadas, en gamas neutras, sugieren objetos que quedan imprecisos o enfatizan su humilde realidad. A veces se acerca a la figura humana, con escenas de la vida cotidiana inscritas en polígonos constrantantes o veladas parcialmente por exquisitas celosías, que pueden también asomarse a paisajes ideales, en grises, azules suaves, verdes tenues. 

El artista muestra una evidente preocupación por el resultado de su obra, ejecutada con primor, con mimo, de manera que sea al fin un objeto acariciable con la mirada y casi con el tacto. No desdeña los temas vegetales, con los que configura composiciones caprichosas, casi barrocas, dentro de la sencillez buscada y conseguida de una pintura al fin engañadora, porque tal elementalidad aparente es resultado de una razonada, meditada y estricta elaboración, en la que consigue morfologías y texturas metélicas aunque al fin sean pigmentos acrílicos sobre lienzos de grano muy fino. Arte muy bello, sugerente, atractivo, casi preocupante, y por supuesto maduro y de gran calidad, que sitúa a su autor en un lugar destacado de la joven plástica de Galicia.

Afundación

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