Juan Antonio Aguirre (Madrid, 1945) cursó estudios de Filosofía y Psicología en la Universidad Complutense de Madrid. Asistió a clases de pintura con el valenciano José Manaut Viglietti, que había sido discípulo de Sorolla, y acudió de forma libre a la Escuela Central de Artes y Oficios. En 1965 presentó su primera exposición individual en la Galería Amadís, siendo nombrado poco después director de la misma, desde donde promocionó a jóvenes artistas. En las galerías Amadís (1967) y Edurne (1968) organizó las exposiciones Nueva Generación en la que reunió un heterogéneo núcleo de artistas entre los que se encontraban Gordillo, Elena Asíns, García Ramos, Barbadillo, Jordi Teixidor, Yturralde, Alexanco, Julio Plaza y el propio Aguirre. J. A. Aguirre planteó el grupo como una alternativa a un informalismo que ya estaba consolidado y que estaba en su peor fase: "se había convertido en una pintura de moda totalmente vacía de contenido que en 1967 se consolida en el museo de Cuenca". En su etapa como director de Amadís detectó talentos de artistas como Carlos Alcolea, Carlos Franco, Rafael Pérez Mínguez, Guillermo Pérez Villalta, Mitsuo Miura, Nacho Criado, Santiago Serrano, Soledad Sevilla o Miguel Ángel Campano. En los años setenta retomó su labor pictórica, que compaginó con su trabajo como conservador del Museo Español de Arte Contemporáneo, del que llegó a ser subdirector. En 1972, Aguirre rodó una película sobre los Encuentros de Pamplona, consistentes en un encuentro internacional de arte interdisciplinar: música, poesía, espectáculos audiovisuales, pintura y sobre todo happenings y actuaciones. La pintura de J. A. Aguirre, siempre figurativa, con una intención artística ecléctica, tras un breve periodo inicial en el que practicó una pintura cercana al naíf y series abstractas, evolucionó adoptando la rigidez compositiva neoconstructivista, que pronto configura el que será su estilo característico, dominado por el color y de formas desdibujadas, bajo la influencia de Bonnard, Matisse y Munch. Juan Antonio Aguirre reconoce que cualquier imagen le sirve de excusa para iniciar un cuadro, especialmente si reproduce momentos emocionalmente fuertes. La imagen final poco tiene que ver con la de origen. La importancia del motivo decrece, en beneficio del poder envolvente del color. Sus obras abordan temas como los bodegones que reflejan su atención hacia los objetos más triviales y el plástico, los paisajes interiores, con frecuencia recuerdos de viajes y entornos como Torremolinos, Benidorm o la Sierra de Madrid, y personajes que presentan referencias a situaciones vividas y episodios autobiográficos.
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