Gilles Aillaud (París, 1928-2005) es un creador plástico difícil de encuadrar, porque no sólo fue un gran pintor y un gran escenógrafo, sino también un filósofo que supo plasmar sus reflexiones en los espacios y lienzos creados por él, además de dramaturgo (escribió La máscara de Robespierre y Vermeer y Spinoza), ensayista y poeta.
"Aillaud no fue sólo un escenógrafo, fue un gran creador de ilusiones, un artista que supo destilar el misterio de la realidad e intentó reproducirlo en el espacio que encierran sus cuadros, o en la jaula abierta del escenario teatral", comenta Ursini, quien considera que Aillaud es un pintor visionario y un poeta complejo.
Gerardo Vera, director del Centro Dramático Nacional, confiesa abiertamente que Aillaud es un creador que le ha influido en su carrera profesional: "Estamos ante un artista que ha marcado clarísimamente una tendencia que se aleja de la ilustración para llegar a otros caminos del arte plástico y escénico", señaló el también escenógrafo, quien se felicita porque en España se está viviendo un momento en el que aparecen nuevos escenógrafos que conviven en armonía con los que ya tienen un merecido lugar dentro de la profesión. "Su estilo es inconfundible, y sobre todo la modernidad de su concepción del teatro de nuestro tiempo, algo que le convirtió en un artista plástico fundamental dentro de la más rigurosa vanguardia europea", afirma Vera.
El director teatral francés Jean Jourdheuil, considerado el responsable de que Aillaud se incorporara al mundo teatral mantuvo una intensa amistad con Aillaud desde que le conoció en 1969 en una reunión de jóvenes creadores franceses, contó que el escenógrafo empezó a pintar en la guerra influido por su padre, un reconocido arquitecto. También recordó la amistad que Aillaud mantuvo con destacadas figuras de la cultura, como Michel Foucault.
Información EL PAIS
Pintor francés.
Tras cursar estudios de Filosofía, se une a Eduardo Arroyo y a Antonio Recalcati, realizando con ellos las series Una pasión en el desierto y Vivir y dejar morir
(1965). Si en un principio su obra encuentra afinidades con la
corriente de la figuración narrativa, es su meditación sobre el retorno
al motivo lo que le acerca a las reflexiones de Alberto Giacometti
o de Hélion
. Característica de su obra es la aparición animal, casi
exclusiva, con la que persigue una investigación de la presencia ligada
al sentido filosófico de Parménides, en el que los animales son
guardianes distribuidos de una anterioridad del ser; teoría confirmada
tanto en sus paisajes de gran formato como en sus poemas. Colabora con
el taller de litografía de Frank Bordas en la realización de una Encyclopédie de tous les animaux y compris les minéraux (1988), convirtiéndose, a partir de entonces, en escenógrafo habitual de Klaus Michaël Grüber.
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