Pedro Figari nació en Montevideo en 1861. Su padre, Juan Figari de Lazaro, de Santa Margherita Ligure, emigraba a Buenos Aires, pero su barco naufragó, y él nadó hasta Montevideo, se casó con Paula Solari, de su mismo origen, prosperó y tuvo familia numerosa. Durante la adolescencia de Pedro Figari habitaron a menudo una chacra donde ahora es la zona céntrica de Tres Cruces, que tenía costa sobre la bahía que después se rellenó y urbanizó. En esa zona semi rural tuvo Figari contacto con aspectos de la sociedad que luego fueron temas de sus cuadros: comunidades de negros, cuarteles, conventillos.
En 1886, y en pocas horas,
se gradúa de abogado, se casa con María de Castro, y parten en luna
de miel a Europa en un viaje de muchos meses, importante en su
formación artística. Vuelven a Montevideo, y en 1887 nace su primera
hija, a la que seguirán otras cinco y dos varones.
Pedro Figari Ejerce como
abogado de empresas públicas y privadas, es activo como político en el
parlamento, en periodismo, y como asesor de Batlle y Ordóñez,
presidente en dos períodos.
Se destaca su campaña para
la abolición de la pena de muerte, y como Defensor de Oficio, su
defensa del Alférez Almeida, erróneamente acusado de asesinato,
actuación que le crea complicaciones financieras y de prestigio, por
más que triunfa en las distintas etapas del juicio.
Su actuación como director
de la Escuela de Artes y Oficios, luego Escuela Industrial, es
formidable, pero por la misma importancia que él consigue darle pasa a
tener trascendencia política, y ante la discusión que se genera se
desilusiona y abandona el tema.
Se concentra entonces en la
pintura que siempre había practicado como aficionado, y en 1921 hace
un envío de cuadros para una exposición en Buenos Aires. Tiene poco
éxito comercial, vende un solo cuadro, pero es acogido con entusiasmo
en el ambiente cultural, así que allí se radica y sigue su obra.. En
1925 hace un envío a París, y esta vez el resultado comercial es
bueno, así que viaja, y pinta en Paris hasta 1933, cuando se embarca
de vuelta, y llega a Montevideo en 1934.
No pinta más, aunque el
óleo se conserva fresco, por lo menos para agregarle la firma a algún
cuadro anterior, y sigue organizando exposiciones, tanto como una en
Buenos Aires pocas horas antes de su muerte en Montevideo en 1938.
Es siempre un escritor
compulsivo de miles y miles de páginas con su pequeña letra, sobre
todo aquello con lo que se relaciona:
-el caso Almeida
-el tratado “Arte, Estética, Ideal” (Essai de Philosophie Biologique)
-“Historia Kiria”, tratado utópico maravillosamente ilustrado con sus propios dibujos
-“El Arquitecto”, fábulas y poesías, en homenaje a Juan Carlos, su hijo y brazo derecho, muerto
en Paris en 1927, a los 33 años. También ilustra este libro.
-cuentos, piezas teatrales
-una numerosísima correspondencia a lo largo de toda su vida con familiares, políticos, artistas, filósofos.
Godofredo Sommavilla enseña
pintura a la esposa dePedro Figari, que aprovecha para recibir las
primeras nociones técnicas. Durante años pinta acuarelas y óleos
académicos, del natural, en base a fotos, copiando láminas para sus
hijos. Es un excelente dibujante, y lo demuestra copn sus
ilustraciones del desarrollo judicial del caso Almeida, caricaturas de
quienes intervinieron y autorretratos muy expresivos de cada
situación.
Posteriormente hay una
etapa en que pinta óleos sobre tela, casi siempre paisajes, a menudo
nocturnos, última etapa en que sus cuadros pueden no incluir, como
posteriormente, un ser humano o: animales o piedras a que en la
pintura o el título él atribuye actitudes o emociones humanas.
La
excepción a esto último pueden ser las “Venecias”, serie extendida en
que si aparece un gondolero, no es esencial. Cerca de 1919 empieza su
madurez pictórica, la casi totalidad son óleos sobre cartón (casi
siempre visible entre pinceladas, con su color paja), y una selección
de temas casi ilimitada. Se nota la ausencia de temas deportivos (hay
bochadores, corridas de toros), y la de niños o adolescentes, excepto
algún bebe en brazos de su madre negra. Están casi todas las
actividades ciudadanas o campesinas, y numerosas evocaciones de hechos
históricos.
Los títulos merecen un
comentario: casi siempre incluyen humor o ironía, hasta en los cuadros
de tema fúnebre, como entierros, velorios o funerales, o en temas
religiosos, como ceremonias o escenas de sacristía, y conservando
siempre el respeto debido.
Este respeto parece indicar
una evolución desde su juventud atea y anticlerical, al pintar luego
crucifijos, altares o ceremonias religiosas. Evolución luego insinuada
en sus escritos, como al final de “El Arquitecto” (1928), cuando
refiriéndose a su difunto hijo dice: “... han de encontrarse de nuevo
nuestras células en el camino eterno; y se reconocerán, espero”.
Evoca: juventud,
costumbres, historia, pero con una intemporalidad que acerca los
hechos, los hace parecer cotidianos, como en sus campos sus horizontes
tampoco parecen lejanos, aparecen en el mismo plano que los
protagonistas, como la luz que casi siempre se ve a través de puertas y
ventanas en un telón que deja de ser de fondo. Quizá por eso se le
dijo “intimista”.
Y los personajes casi nunca
arrojan sombras, por lo que se ha dicho que no son seres sino
espíritus, a menos que la sombra sea un protagonista en sí misma,
debido a una luz especial de lámpara, farol o vela que le dé origen.
Las ilustraciones de sus
escritos podrían considerarse imaginación pura,pero seguramente
evocarán algún recuerdo, de hechos o personajes.
Sin duda fue autodidacta en
alguna medida, pero ciertamente no “empezó a pintar a los 60 años”.
Más bien se preparó durante 58 años. Algún pintor terminó su carrera
escribiendo un tratado relativo a su arte. Figari dominó la teoría
primero, y culminó con su obra. No en balde, cuando Barradas dibuja
caricaturas de varias personalidades en 1911, titula la de Figari “Dr.
Pedro Figari, crítico de arte”; y recién se dedicó a la pintura
varios años después.
Parte de su formación
fueron también las frecuentes tertulias: en su propia casa, en casa de
Blanes Viale, en lo de Moretti-Catelli, con Milo Beretta, cuya
colección europea incluía una “Diligencia” de van Gogh. Por casa de
Figari en Montevideo, en Buenoa Aires y en París pasaron pintores,
escultores, músicos, filósofos y escritores uruguayos y extrajeros, y
varios argentinos que fueron sus fieles y calificados mecenas a lo
largo de toda su carrera.
Los seis hijos que lo
sobrevivieron heredaron unas 2.400 obras. Si se tiene en cuenta que en
vida, durante unos 20 años vendió y la regaló a parientes y
amistades, parece prudente estimar el total en 4.000 óleos.
Todo esto surge mayormente
de tradición oral familiar, así que está sujeto a una revisión que
será siempre bienvenida, sobre todo que hay ahora, como hubo antes,
tan calificados autores estudiando su trayectoria.
Fernando Saavedra Faget- (bisnieto del artista)
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