domingo, 20 de abril de 2008
LEOPOLDO NOVOA
Leopoldo Novoa García nace en Salcedo (Pontevedra) en 1919. Hijo de un diplomático, a los siete años realiza su primer viaje a América, donde comienza a dibujar, pintar y modelar. Regresa a Galicia en 1929, influye en los movimientos artísticos de los años de la República, y en 1938 su familia se trasladza nuevamente a América, para residir en Uruguay hasta 1947, en que se trasladan a Buenos Aires. Allí, con viajes constantes por todo el continente, el artista vive hasta que en 1965 se traslada a París, donde trabajará intensamente, aunque pasa largas temporadas en la paz de Armenteira, cerca de Pontevedra.
Las exposiciones se suceden, desde 1953, en Buenos Aires, Nueva York, Punta del Este, Montevideo, Dublín, Madrid, Italia, Bélgica, París, Lima, Bogotá, Quito y en Vigo y otras ciudades de Galicia. Ha participado en colectivas en todo el mundo, siempre como nombre destacado de una tendencia informalista, absolutamente conceptual, de peculiaridad total, en la que hay un afán de identidad entre espacio y tiempo.
Está representado en Museos de Arte contemporáneo de todo el mundo y en grandes instituciones. Novoa ha realizado grandes murales, algunos de dimensiones excepcionales, probablemente de los más grandes del mundo, y tiene una gran cantidad de obras integrada en arquitectura, en Uruguay, España, Francia.
Leopoldo Nóvoa se identifica de alguna manera con los modos del argentino -lo es, aunque se le cree italiano- Lucio Fontana. Con frecuencia adhiere objetos corpóreos a sus cuadros como cuerdas, cartones y tejidos. Su gama es neutra, casi monocroma. Hay una ejecución impecable en su expresión plástica -llamarla exclusivamente pintura sería limitarla-. Es un mundo de silencios, de sugerencias infinitas, siempre en una plasticidad enamorante. La superficie de sus telas aparece agredida, hay aritas emergentes en una superficie neutra, gris o terrosa; unos grumos sobre un fondo como acerado.
Esta expresión plástica es consecuencia de una larga evolución simplificadora, que parte de un expresionismo intenso, emparentable con algunos modos del gran uruguayo Torres García, aunque también recuerda a Bracque y a Picasso, y en ciertos momentos a Luis Seoane. En la época intermedia, ya considerablemente informalista, hay algunos paisajes con referencias vagas fantasmagorizadas, y alguna figura que recuerda a Kirchen. Todo esto indica que la carrera de Nóvoa es razonante, reflexiva, de lenta evolución hasta su última tendencia, encuadrable acaso en lo que Carlos Areán definió como «escultopintura», si bien Nóvoa es fundamentalmente un plástico y un pintor que crea mundos propios, de belleza fascinadora y preocupante.
Faceta no olvidable de su obra es la de escultor, de identidades con Brancusi y acaso con el inicial Oteyza. Todos los materiales -hierro, bronce, piedra, chatarra- son válidos para la expresión de una mente lúcida, de artista pleno, creador de mundos pro
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