martes, 18 de marzo de 2008
TOULOSE LAUTREC
Albi 1864 - castillo de Malromé, Gironde, 1901)
Su nombre completo es Henrie Marie Raymond de Toulose-Lautrec-Monfa. Pintor francés y descendiente de los condes de Tolosa, débil y enfermizo, quedó deforme y enano a los catorce años, a consecuencia de dos caídas.
Los consejos de René Princeteau, pintor bordelés, le orientaron en la realización de numerosos estudios de caballos. En 1881 marchó a París, ingresó en la escuela de Bellas Artes y se formó bajo la dirección de Bonnat, y luego en el estudio de Cormon, donde conoció a Van Gogh. Adinerado, se instaló en un estudio de Montmartre y frecuentó el Mirliton, cabaret de Aristide Bruant, y el Moulin-Rouge, para los cuales dibujó los carteles que le hicieron famoso.
Con sus apuntes y cuadros inmortalizó a las vedettes de aquellos locales: Jane Avril, Valentin le Desosse, Yvette Guilbert, la Goulue. Esta última abrió una barraca de feria en la plaza del Trono, y Tolouse-Lautrec la decoró con telas pintadas (1895) que figuran actualmente en el Louvre (sala del Juego de pelota).
En 1889, Toulouse-Lautrec expuso en el Salón de los independientes; en 1893, en la galería Goupil, con éxito. Observador de la vida de los ambientes bajos, pintó en una casa pública una de sus composiciones más importantes: En el salón de la rue des Moulins (museo de Albi). Se inspiró asimismo en los espectáculos circenses y en los del velódromo. Su vida de excesos no le impedía desplegar una intensa actividad artística: dibujos, pasteles, pinturas, carteles de anuncio, grabados. Emprendió además varios viajes a Bélgica, a España y a Inglaterra.
Su desordenada existencia y su cáustico humor le han convertido en una figura legendaria. Su obra se impuso, por sus cualidades de vigor y originalidad, como una de las más valiosas aportaciones de fines del siglo XIX.
Lo audaz de sus fulgurantes dibujos, que unen el más agudo y cruel realismo a una extremada sobriedad de medios, llama la atención aun en sus más pequeños croquis, lo mismo que en sus litografías de colores, arte que él renovó y llegó hasta su más alto grado de expresividad.
En sus primeras pinturas Toulouse-Lautrec son perceptibles las influencias de Degas, de las estampas japonesas y del impresionismo. Pero, orientándolo desde muy pronto hacia un expresionismo peculiar e inconfundible, a la vez psicológico y lírico, realizó retratos de acerbo realismo, escenas de café, de cabaret, de teatro, tratadas con una soltura que deja siempre el primer lugar al dibujo.
Sus obras figuran en numerosos museos, principalmente de Suiza, EE.UU y, sobretodo, de Francia, en el Louvre y en el museo de Albi.
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