jueves, 19 de diciembre de 2013

ANTONIO SAURA







Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998) forma parte de la historia del arte de la segunda mitad del siglo pasado por muchas cosas. Fundador del grupo El Paso (junto a Rafael Canogar, Manolo Millares o Martín Chirino entre otros), Saura se inició en el Surrealismo pero hizo suya la abstracción expresiva y de manera especial su vertiente manchista. Los brochazos negros y grises sobre blanco le venían muy bien para volcar su amargura y su rotundo descontento político y social. Sus disecciones de desnudos, autorretratos, crucifixiones, curas, multitudes o sus reinterpretaciones de obras maestras de sus admirados Goya o Velázquez, protagonizan la mayor parte de una extensa obra representada en los grandes museos europeos de arte contemporáneo.

El País

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Gerardo Rueda





Y ahora vamos con el artista de la polémica actual...  el arte y la política forman un mal matrimonio.  El asunto es

Aznar medió con Blesa para que el banco
comprara la colección del artista Rueda

 

El expresidente José María Aznar envió el 18 de septiembre de 2008 un correo electrónico a su amigo Miguel Blesa, al que había colocado algunos años antes al frente de Caja Madrid, en el que le contaba que José Luis Rueda, heredero del pintor y escultor Gerardo Rueda, ofrecía a la entidad financiera una parte de su colección de arte y otra parte en préstamo a cambio de 54 millones de euros. Rueda, fallecido en 1996, es considerado uno de los artistas españoles más importantes del siglo XX.
A partir de ese correo electrónico de Aznar, Blesa se afanó por hacer la operación a través de la Fundación Caja Madrid, pese a que la entidadfinanciera ya daba signos de grave debilidad.
El director de la Fundación Caja Madrid, Rafael Spottorno, hoy jefe de la Casa del Rey, no solo puso reparos a la valoración de la colección — “es un precio disparatado”—, sino que desaconsejó cerrar la operación por “inabordable”.


 Pero dejándo aparte política y politicos, vamos a ver un poco de la obra de este pintor y escultor- UN GRAN ARTISTA- 

Dice EL PAIS, - el mismo periódico que da la noticia anterior-
Durante toda su vida, Gerardo Rueda (Madrid, 1926-1996) estuvo demasiado ocupado como para pensar en su carrera, aunque su obra fue coleccionada por museos e importantes coleccionistas particulares y él fue elegido, entre otros, para representar a España en exposiciones internacionales, como la Bienal de Venecia de 1960 y la panorámica del arte español contemporáneo titulada Antes de Picasso, después de Miró en el Guggenheim de Nueva York. Sin embargo, ahora, cuando se cumplen 10 años de su muerte, se le está reconociendo por fin, merecidamente, como uno de los miembros más originales e importantes de la vanguardia española de posguerra.
Pintor, escultor y maestro del collage, Rueda no había alcanzado la fama y el reconocimiento que ahora se le tributan en todo el mundo. Lejos de ser un seguidor de Andy Warhol en cuanto a la fama, era lo contrario de él. Si Warhol quería convertir el museo en un supermercado, Rueda tenía la capacidad de elevar los objetos más humildes a la condición de icono hasta que adquirían una elegancia poco común, transformando humildes cajetillas de cigarrillos y cajas de cerillas en idealizadas y armoniosas ordenaciones de formas rectangulares.

Al igual que los americanos Rauschenberg y Johns, Rueda introdujo en su arte elementos autobiográficos, como fotografías, invitaciones y recuerdos personales, pero los despojó de todo carácter específico, convirtiéndolos en elementos de composiciones puramente formales. Aunque había empezado como pintor figurativo, muy pronto creó un estilo abstracto que llevó a sus primeras abstracciones cubistas de edificios a constituir un arte no objetivo, basado en la organización intelectual de formas geométricas y no en la observación de la naturaleza.
La situación del arte abstracto en España en la década de los sesenta era particularmente difícil, ya que, si bien la abstracción no estaba proscrita ni censurada bajo la dictadura, tampoco se alentaba. Para remediar esta situación, Gerardo Rueda, Fernando Zóbel y Gustavo Torner fundan en 1966 el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, ciudad donde también otros artistas -Mompó, Sempere, Guerrero y Millares- tenían casas y estudios; entre todos ellos hubo una gran amistad. Muy pronto, el museo se convirtió en imán para los amantes del arte del mundo entero. Durante una visita a la nueva institución, Alfred J. Barr, el legendario fundador del Museum of Modern Art de Nueva York, hizo alusión a la calidad del gran díptico monocromo blanco de Rueda Gran pintura blanca, de 1966, una de las obras maestras del museo. Compartía esta opinión Margérie, que fue director general de Museos en Francia y embajador en España, y que llegó a decir que había que poner una banqueta delante del cuadro para meditar, pues aquel ámbito semejaba una capilla blanca. Hoy día, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, que ha acogido recientemente una exposición de pinturas, dibujos y collages de tema arquitectónico, tiene en sus fondos 28 obras de Rueda.
Cuenca siempre recordará a Rueda porque también diseñó las nuevas vidrieras de la nave central de la catedral gótica de la ciudad. Este verano, los bellos y luminosos dibujos geométricos para los vitrales concebidos originariamente por él serán expuestos en la catedral de Burgos, que está realizando una serie de vidrieras sobre los proyectos originales del artista.

Rueda fue uno de los fundadores de la Asociación de Amigos del Museo del Prado en 1980. Su amor por la arquitectura y el montaje de exposiciones era muy apreciado entre los coleccionistas y conservadores de museos, y se le encargó la instalación de importantes colecciones en el Museo del Prado, entre ellas la exposición Goya en las colecciones madrileñas.
Era también un exquisito coleccionista de objetos de las numerosas culturas cuyos países visitaba y del arte de sus amigos; reunía piezas de cerámica, cristal antiguo de La Granja, alfombras y sobre todos marcos históricos, en los cuales era muy entendido. Convirtió sus casas de Madrid y Cuenca en meta de peregrinación de numerosos patronos de museos que acudían a visitar estas singulares colecciones, como los de la National Gallery de Washington, el MOMA de San Francisco, Los Angeles County Museum, Corcoran Gallery de Washington, Dallas Museum of Art, el MoMA de Nueva York…
A la calidad humana de Gerardo Rueda se sumó, de este modo, la pasión por el arte para procurarle un extenso y variado círculo de amigos, entre los cuales estaban artistas como Fernando Zóbel, Carmen Laffón, Gustavo Torner y Ossorio, quien reunió una impresionante colección de arte abstracto americano (Kooning, Rothko, Pollock…) y del propio Rueda.
Le encantaba viajar y tenía una inmensa curiosidad por otras civilizaciones y por las culturas exóticas. Visitó los grandes monumentos de Europa, Oriente Próximo y Asia, y después los principales museos del Nuevo Mundo, donde emigraron muchos de sus tesoros. Amaba en particular Italia, el Renacimiento y las villas clásicas de Paladio, que fotografió en detalle y que inspiran diversos elementos arquitectónicos de sus montajes y esculturas.


En 1992, Rueda ganó el concurso restringido para la realización de las puertas del pabellón español que formaría parte de la Expo 92. Este encargo le dio la oportunidad de crear una gran obra pública en forma de unas enormes puertas de bronce fundido con un dibujo geométrico relacionado con sus pinturas en relieve. Posteriormente trabajó con la fundición Capa de Arganda del Rey -a las afueras de Madrid-, una empresa familiar dirigida por el patriarcal Eduardo Capa, amigo de Rueda. Alentado por aquella atmósfera experimental continuó su trayectoria como escultor, haciendo maquetas de madera destinadas a ser ejecutadas como obras de carácter público a gran escala. En su mayor parte debían ser realizadas para un futuro parque-museo de esculturas. Empezó a rebuscar en depósitos de chatarra y a recoger diferentes clases de desechos de metal que Fernando Capa le ayudó a soldar para componer un relieve monumental. Capa recuerda la excitación de Rueda durante aquellas expediciones y su intención de seguir haciendo montajes escultóricos
Fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1995, pero, lamentablemente, no vivió lo suficiente para pronunciar su discurso de entrada oficial sobre El arte y la cultura de las referencias.

Tal vez Rueda quiso captar el espíritu de la contemplación y de la meditación que hallaba en los jardines zen de Japón que visitó con Fernando Zóbel en los comienzos de su carrera. La producción de Gerardo Rueda no revela más de su vida cotidiana de lo que podemos saber acerca de Piero della Francesca o de Paolo Uccello, dos de sus maestros antiguos favoritos, a través de sus respectivas obras. Como ellos, Rueda deseaba trascender lo efímero, lo anecdótico y lo individual para crear un arte de sosiego espiritual que nos ofrece un oasis de paz y estabilidad en un mundo agitado e imprevisible.

FRANCISCO LEIRO

 

 

 

 

Francisco Leiro

(Cambados, Pontevedra, 1957)

Comenzó su formación en el manejo de la piedra en la Escuela de Artes y Oficios de Santiago de Compostela. Posteriormente, viajó a Madrid, donde asistió a clases de Modelado y Dibujo en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Su primera exposición se celebró en 1975 en la Sociedad Cultural de Cambados, su ciudad natal.
 
A finales de los años ochenta fijó su residencia en Nueva York y en 1990, presentó su obra en la Galería Marlborough.
 
Su estilo ha desfilado por diferentes etapas pero nunca ha abandonado su figuración expresionista. Sus principales referencias temáticas son la escultura gallega, el hieratismo egipcio y mesopotámico, las formas manieristas y barrocas y el expresionismo alemán. Utiliza todo tipo de materiales: hormigón, piedra, poliéster, vinilo, pero sobre todo madera, aprovechando sus peculiaridades cromáticas.






 Francisco Leiro grew up in the northern region of Spain, an area steeped in centuries of religious traditions and history. He now lives and works in New York and continues to spend part of the year in his native country in Pontevedra. Well known and respected for his sculptures carved in wood and stone, Leiro has received numerous public commissions. His works are also in museum collections in Spain, Portugal, Japan, the Netherlands, and in the United States; and have been exhibited in solo and group shows at venues throughout the Iberian Peninsula, in France, Italy, Germany, Japan, Australia, countries in South America, and a number of times at Marlborough Gallery in New York City.

martes, 17 de diciembre de 2013

Henri-Jean Guillaume Martin










Henri-Jean Guillaume Martin  1860 - 1943- fue un pintor impresionista francés.

Nació en Tolouse, hijo de un ebanista francés  y una madre de ascendencia italiana.  Convenció a su padre para que le permitiera ser artista. Empezó su carrera en  1877 en la Escuela de Bellas Artes de Tolouse bajo la tutela de Jules Garipuy, tambien fue alumno de Henry- Eugéne Delacroix.  En 1879 se fue a París y con la ayuda de una beca, pudo estudiar en el estudio de Jean- Paul Laurens.  Cuatro años más tarde recibió su primera medalla en el Salon de París, donde expondría por primera vez tres años más tarde.

Al año siguiente de recibir  su primera medalla le concedieron una beca para ir a Italia, donde estudió la obra de los grandes maestros como Giotto  y Masaccio.  En 1889 recibio una medalla de oro en el Salon, con una obra que  el describió como puntillista.  Ese mismo año se convirtió en miembro de la Legion de Honor. En la Feria Mundial de 1900, fue galardonado con el primer premio. Durante esta época se hizo amigo de Auguste Rodin.

Aunque la obra neoimpresionista de Martin no es considerada como innovadora, fue muy bien recibida, pero tambien se le asocia como simbolista con refierencias a Puvis de Chavannes.


Debido a su carácter introvertido decidio abandonar París. Despues de una década buscando su casa ideal, compró Marquayrol, una mansión en Bastide du Vert, cerca de Cahors. Alli, en un ambiente tranquilo, realizó su mejor obra, y alli murió en  1943


Ref. Wikipedia

lunes, 16 de diciembre de 2013

Amédée Ozenfant




 Francia
Saint-Quentin 1886 - Cannes 1966 
Tras el conflicto internacional de 1914 y cansados de la actividad de las vanguardias, el arte europeo busca nuevos caminos. Uno de ellos se produce de 1918 a 1923 y está protagonizado por Amédée Ozenfant. En ese momento se crearon las bases para una revisión del cubismo. Uno de los escritos más importantes para ello fue el libro de Ozenfant y Jeanneret "Después del cubismo" (1918) que dio lugar a una tendencia basada en el rigor máximo o la precisión, en una palabra, la pureza. Sin embargo unos años antes, Ozenfant había fundado la revista francesa "L' Élain" que le había servido de plataforma para la difusión de sus teorías.Ozenfant, que había mantenido contacto con otros pintores, sobre todo, Segonzac y La Fresnaye, había buscado la verdad en el paisaje y luego se había aproximado a un cierto surrealismo antes de adentrarse en el purismo de 1918 a 1925. Así nacía el movimiento purista, cuyo órgano difusor fue la revista "L' Esprit Nouveau" (1920-1925). Ozenfant y Jeanneret proponen un nuevo orden cuya esencia se encuentra en la arquitectura clásica. Frente a la pintura naturalista e impresionista, el Purismo tiende a la esencia de lo real basado en relaciones proporcionales, numéricas y geométricas como Naturaleza muerta (1920) en el Museo Salomon Guggenheim de Nueva York. Así se llegaba a un geometrismo que simplificaba el cubismo.Ozenfant fue uno de los más activos divulgadores del arte moderno aunque sin quererlo el purismo se fue definiendo hacia un estilo decorativo. Al respecto, su amigo Le Corbusier afirmará: "una jerarquía en las artes; el arte decorativo está en la base, la figura humana está en la cumbre".En 1938 marcha a Estados Unidos, donde se dedicó a la difusión de las corrientes que formaban el discurso del arte europeo del periodo de entreguerras.

Ref- Arte Historia

domingo, 15 de diciembre de 2013

Jonathan Lasker

La obra de Jonathan Lasker (Jersey City, EE.UU., 1948) 
Durante los años setenta las pinturas de Lasker aludía a elementos que el artista encontraba a su alrededor: camas, mesas, televisores y otros objetos que mantenían un diálogo con las aportaciones del Pop Art a la escena artística. Artistas como Robert Rauschenberg, Jasper Johns, James Rosenquist o Roy Lichtenstein formaban parte de su horizonte y en gran medida, seguirán estando presentes en el resto de su producción hasta el presente. No obstante, desde la década de los ochenta, Lasker comienza a desarrollar un conjunto de marcas y gestos personales alejados de un referente claro. Lejos de lo narrativo, el norteamericano crea un lenguaje propio y sistematiza una metodología conceptual en base a estudios preliminares. Estos son un paso intermedio en la realización de sus cuadros y facilitan que la espontaneidad del subconsciente -la misma que ponían en juego los pintores surrealistas y los expresionistas abstractos- no se vea inhibida.
Los estudios de Lasker son obras pequeñas y articuladas en las que el artista ensaya una idea determinada. Una vez fijada la idea, en uno o varios papeles previos, pasa a ejecutarla a gran escala. En el proceso pueden cambiar las relaciones entre los elementos pictóricos, el tamaño o la situación espacial de algunos de ellos pero la idea inicial persevera. El artista se permite añadir pero no sustraer. De esta manera, la obra final es una versión de los estudios realizados con anterioridad donde Lasker ha puesto en juego su capacidad intuitiva hasta llegar a las formas finales. El artista quiere superar la aleatoriedad del expresionismo abstracto, corriente que considera agotada.
 Para Lasker existen tres ejes sobre los que su producción se desarrolla: figura, fondo y línea. Estos son los tres elementos que el pintor utiliza en su proceso de deconstrucción de las tradiciones y lenguajes pictóricos.
Los trazos más geométricos, directas reminiscencias de las retículas de Piet Mondrian, cohabitan en sus lienzos junto a las pinceladas gestuales. Son habituales los fondos monocromos, los garabatos y las marcas. Las tramas compactas y superpuestas al fondo son a menudo puestas en diálogo con una capa superior de espesa pintura. El recorrido por la obra de Lasker a través de esta exposición retrospectiva permite comprender el funcionamiento de las estructuras y la organización de las familias de formas que se desenvuelven a lo largo de su producción. Tanto la sistemática metodología como la revisión de los fundamentos del expresionismo abstracto hacen de Lasker uno de los pintores de referencia a la hora de tratar la abstracción conceptual

l.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Gilberto Bellini



Gilberto Bellini (1908-1935)

Pintor nacido en Montevideo el 18 de junio de 1908. Inicio sus estudios a los 10 años en el Circulo de Bellas Artes , bajo la dirección de Domingo Bazzurro. Obtuvo por concurso la beca de pintura del Ministerio de Instrucción Publica y se traslado a París en 1926, continuando sus estudios en el estudio de André Lothe. Se relaciono con los grandes artistas de le época como Picasso, Modigliani, Matisse, J. Torres García, ente otros. De regreso a Montevideo se dedico a la enseñanza. Su primera exposición individual la realizo en el Ateneo de Montevideo en 1924. Luego de su viaje a Europa, exhibió sus obras en la Galería Moretti, Catelli y Mazzuchelli. En Europa expuso en el salón de los independientes (1929 y 1930), intervino en la primera exposición del Grupo Latinoamericano en la Galeria Zak en 1930, junto a los pintores uruguayos Pedro Figari, Carlos Albertos Castellanos y Joaquin Torres García. (Este ultimo escribió el prologo del catálogo de la exposición retrosectiva de su obra, que tuvo lugar en Amigos del Arte después de su muerte). Se encuentra representado en el Museo Nacional de Artes Visuales, en el Museo Juan Manuel Blanes y en varias colecciones particulares. Fallece el 22 de agosto de 1935 con apenas cumplidos los 27 años. 



Josep Porta Missé





Josep Porta Missé (Barcelona, 1927) es un artista hecho a sí mismo, que inició su andadura por el mundo artístico a muy temprana edad, influenciado por su padre Jose Porta Galobart, dibujante de quien heredó sus habilidades básicas.
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Dotado de una innata capacidad autodidacta que pocos poseen, Porta Missé, rápidamente fue incorporando elementos propios con apoyos surrealistas, que con el paso del tiempo le han llevado a desarrollar su propia iconografía y a consolidar su propio lenguaje pictórico.
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Avalado por una carrera artística impresionante tras vivir en diferentes capitales europeas y exponer en importantes galerías de Gran Bretaña, Alemania, España, etc..., vuelve a su cuidad natal, Barcelona, donde establece su residencia y estudio, reafirmando su singular visión del acto creativo pictórico.
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Se trata de una artista con unos conceptos artísticos únicos, al que gusta destruir la excesiva formalidad, rehuyendo el uso de perspectivas. El eje principal de sus creaciones son los personajes que las integran. Todos sus extraños seres flotan en una cosmicidad creada por su genialidad, ofreciendo un contexto de interacción y diálogo entre ellos. Su obra se nos presenta con una fuerte carga de lirismo, pero no exenta de contundencia expresiva, donde conviven lo geométrico y lo orgánico.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Marcelo Fuentes






Frente a la irrupción imperiosa de las imágenes (fotográficas, videográficas, en movimiento…), que se han adueñado de nuestra vida, resulta tranquilizador, extraordinariamente reconfortante, el encuentro con la pintura de Marcelo Fuentes: pintura pura y de soledades, practicada calladamente sobre vistas de Valencia, de Madrid y de Nueva York. Son óleos y acuarelas -junto con una serie sorprendente de dibujos a lápiz-, todos de formato pequeño, que testifican que Marcelo Fuentes tiene el don extraordinario de contemplar el mundo desde las luces altas del ático en que él vive en el ensanche valenciano. Vistos desde allí, los más audaces perfiles arquitectónicos de todas las metrópolis atemperan su escala, y los volúmenes pesados de las construcciones e ingenierías más potentes se desentienden de los detalles y se hacen porosos, edificios y puentes prácticamente humanos, que respiran en una atmósfera de humedad y de difumino, mientras caen desde ellos las sombras, contrastantes, que reafirman las estructuras, y que crecen con el ritmo encalmado del atardecer. Se trata de que Marcelo tiene -o ha adoptado- una posición que le permite referirse a las cosas de una manera esencial, pero también desde el sentimiento y la emoción; inclusive desde el sueño. ¡El sueño! No en vano queda en estas obras todavía el resto de un perfume de las visiones urbanas de Hopper, de los paisajes de Morandi, de la poética singularmente moderna de José Balaguer, de Valori Plastici que pudo analizar en directo durante su etapa de residente en la Academia de España en Roma, y también de los nocturnos ciudadanos de su colega Manuel Sáez, y de esas zonas fronterizas en que lo urbano se funde con lo suburbano y con lo rural, que cultiva Pedro Esteban, asimismo compañero de Fuentes.
Claro que la pintura de Marcelo Fuentes es “otra cosa”, y sólo suya, como obra de un autodidacta contrastado (por dos veces lo rechazaron al intentar ingresar en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos), aunque eso sí, localizado entre los neofigurativos valencianos. Y ésta es una pintura ensimismada, de imágenes extraordinariamente condensadas, de visiones urbanas inéditas, pero inconfundibles, que se resuelven en un colorido de tono bajo y de riqueza exquisita, bien matizada (ocres, grises, rosas, algún azul…), un arte que es “la pintura de siempre” y que tiende cada vez más hacia la contención, hacia sí misma, hacia la síntesis apurada, hacia lo pequeño, contra toda retórica. Marcelo dice, divertido, que “si yo me dejara llevar…, llegaríamos a lo insignificante”. 
Se trata, en consecuencia, de un arte efectivo y que hace adictos, seguramente porque el espectador encuentra aquí el tan traído y llevado, y tan escasas veces logrado, “placer de la pintura”, un placer que transfigura al contemplador en amateur -en el sentido noble y etimológico del término; o sea, en “amador”-, figura cada vez más rara en los circuitos del mercado. Unamateur, que acaba entrando en estos cuadros y que, simultáneamente, introduce en ellos -en sus desérticos e imprevistos panoramas- un sentimiento humano que estas figuraciones no tienen de por sí: el de la nostalgia o recuerdo de una dicha perdida, el silencio.

El Cultural