martes, 22 de julio de 2014

Pedro Pablo Oliva

El artista Pedro Pablo Oliva: Aislado en su isla





Pedro Pablo Oliva (Pinar del Río, Cuba, 1949) se cuenta entre los creadores más sobresalientes en la escena del arte cubano de todos los tiempos. La mirada persistente y escrutadora hacia sus circunstancias sigue hoy conjugándose con la misma sensibilidad, la imaginación y el sentido ético que durante más de cuatro décadas han venido forjando una obra sumamente versátil y audaz, comprometida con su tiempo y abundante en maestría técnica, hondura emocional y coherencia conceptual. Con ella desbordó el marco ideológico y estético de la “generación de la esperanza cierta” en los años 70 para involucrarse en la realidad social, cultural y política de su país desde una perspectiva continuamente renovada y personal, donde actualidad, remembranza y sueños se amalgaman desdibujando sus fronteras. Las imágenes más vigorosas de este inventario creativo, como la ya mítica El Gran Apagón (1994), son inextricables palimpsestos donde se entreveran, y confunden su eco, las peripecias cotidianas del artista, sus espejismos y apetencias, y los más turbadores acaecimientos sociales y políticos que le tocó en suerte sobrevivir.




El artista Pedro Pablo Oliva: Aislado en su isla


Pedro Pablo Oliva es uno de los mejores pintores contemporáneos de Cuba, quien desde su taller de Pinar del Río, crea con humor estas maravillas.
Su arte es ampliamente reconocido dentro y fuera de la isla, pero la Asamblea del Poder Popular en Pinar del Río bajo acusaciones de “contrarrevolucionario”.

Oliva es Premio Nacional de Artes Plásticas 2006. La presión de la crítica ideológica en Cuba, ortodoxa e inflexible, ha llevado al artista a tomar la decisión de cerrar el taller que durante años fue un epicentro de creación y cultura en su ciudad natal, luego de que  la comisión de ética creada para valorar la denuncia contra él determinó que se había pasado a “las filas de la disidencia”.

Los demás delegados y hasta el presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular aprobaron no solo la calificación de “disidente” y “contrarrevolucionario” sino que aportaron, entre muchas, la de traidor a la Patria y hasta anexionista. No se la ha permitido al artista ejercer el deber de revolucionar la duda.
El artista ha escrito una confesión en la que cuenta su drama en la isla: “Amo mi país. Quienes me conocen saben que no es palabra dicha en falso. Preferí quedarme en mi sitio, ese que me vio empinar papalotes y recoger romerillos y que tanto necesitaba de un soplo nuevo y una visión diferente de las cosas.

Vengo del mundo de la creación artística y el pensamiento. No acostumbramos los artistas a quedarnos anclados en el terreno de lo que nos dicen, indagamos y vamos en busca de otra explicación del mundo y nos parece mucho más convincente un árbol repleto de flores que la demagogia de un funcionario. No dejamos nunca de cuestionarnos la realidad y transformarla, aún cuando nos digan ingenuos y desinformados.

Cuando hace unos cuantos años se me preguntó si estaba dispuesto a formar parte de la Asamblea Provincial del Poder Popular como Delegado y dije que sí, lo hice porque me pareció oportuno participar, en el contexto de la provincia, ayudando no solo con mi proyecto de la Casa Taller y con mi trabajo como creador, sino también con mi modesto criterio para contribuir al mejoramiento en la esfera de la cultura.

Por otra parte, pensé que era extraordinario conocer más de cerca el funcionamiento de un órgano que tenía vínculos más estrechos con el hombre cotidiano. La realidad siempre será mucho más que lo que puede decir la prensa o la televisión. La verdad que creemos palpable a veces puede resultar otra verdad.

Se me acusa, entre otras cosas, haber hecho públicos mis pensamientos en el “terreno de la disidencia”. No temo a ningún espacio. Por otra parte estoy convencido que ningún órgano de prensa oficial, ni periódico, ni radio, ni televisión, ni sitio web hubiese publicado mis palabras, aún cuando asumiera mi total responsabilidad. En todo caso, participar con ideas en otros espacios de debate no implica, en modo alguno, pensamientos semejantes.

Se me cuestiona también el mantener relaciones de amistad con ciertos “elementos contrarrevolucionarios”. Los amigos los escojo yo. La gente que me conoce sabe que lo mismo converso con un convencido comunista que con un liberal, una vendedora de dulces sin interés en la política, un jubilado, un maestro, un buquenque o el llamado agente Robin. No discrimino filiaciones políticas en mis relaciones con los demás.
Siempre he agradecido a un proceso social llamado Revolución y al cual, lo digo en la entrevista radial, le debo haberme podido formar como creador. Pero soy un hombre que no se queda callado ante lo que considera errado.

(...) Las sociedades donde todo el mundo piensa igual, sobre todo en terrenos tan polémicos como la política o la ideología, no existen, y qué bueno. La inmovilidad de pensamiento es el cáncer de los procesos sociales.

(...) Tomamos la difícil decisión de cerrar la Casa Taller, porque la dirección del Poder Popular, consideró que el proyecto se había desviado de los objetivos culturales por los cuales fue fundado. Como si la cultura no fuese pensamiento, lucha y contradicciones.

(...) Seguiré soñando con un país mejor, derecho que tengo como ser humano. Aquí me quedo, esta es mi tierra y mi gente. Los conflictos del país, económicos, espirituales y políticos, tendrán que ser resueltos por nosotros los cubanos. Los que vivimos dentro y fuera, con nadie más. Duermo hoy tranquilo, mañana volveré a coger mis pinceles”.
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