jueves, 23 de abril de 2015

Rafael Cidoncha


En 1994 Marie-Heléne y Guy de Rostschild encargaron a Rafael Cidoncha (Vigo, 1952), su amigo, que realizara una serie de doce pinturas del aristocrático y no muy habitual género “de interiores”, sobre motivos de su palacio parisiense, el barroco Hôtel Lambert, en St. Louis en l’Île. En 1997 Guillermo de Osma, que es un galerista que se distingue por establecer lazos estrechos de complicidad -cultural- con sus pintores, tuvo ocasión de ver aquella hermosa serie y, entusiasmado, convenció a Cidoncha para que pintara para esta exposición un conjunto de cuadros “de estancias” de museos de Madrid. El pintor dedicó todo el año pasado a llevar a cabo lo acordado y realizó estas pinturas en los días de cierre de los seis museos que le interesaban: El Prado, el de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Lázaro Galdiano, el Romántico, el Thyssen-Bornemisza y el Reina Sofía. Ahora presenta el ciclo completo en una exposición muy diferente, no sólo ya por la temática, sino por la manera de afrontarla y proyectarla.
Aquí el punto de partida de Cidoncha ha sido pintar “retratos” de la arquitectura, el espacio, el color y la luz y la atmósfera que distinguen y dan carácter a cada uno de esos museos. Los cuadros son vistas fieles de unos interiores emblemáticos del contexto institucional de la cultura. Ahora bien, esa iconografía relevante ha “obligado” al pintor a depender de medios lingöísticos apropiados a su mensaje: los de la tradición ilustrada, de Hubert Robert, y con las de Los Uffizzi, de Johan Zoffany. La serie asume, pues, los valores de ese género de pintura, interesada por la perspectiva renacentista, el espacio arquitectónico, el sentido ornamental purista e inclusive, la estimación de lo arqueológico, con la estatuaria jugando función principal. No en vano, y en ese sentido, cuentan entre los cuadros de mayor impacto los dedicados a la “Rotonda” y a las doradas salas “Ariadna” y “Esculturas” del Prado, o el inquietante y anaranjado de la “Sala Bernini”, del Thyssen. Pero, de inmediato, como por sorpresa, Cidoncha aprovecha el tono de antinaturalidad que conlleva el intelectualismo de esa iconografía de “pathos” severo, casi heroico, así como la peculiar frialdad -filosófica, “metafísica”, desolada- de esos medios lingöísticos. Es decir, aprovecha la carga interna de modernidad que tienen esos conceptos. Y a esa carga añade la conceptualización posmoderna de trabajar el conjunto de cuadros como proyecto, estableciendo juegos mentales, connotaciones, comparaciones, asociaciones y relaciones del “project art”, cargando de autorreflexión y actualidad a una obra de tema, apariencia y lenguaje tradicionales.
El Cultural


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