lunes, 22 de agosto de 2016
Robert Henri
(Cincinnati, Ohio, 1865-1929). Pintor estadounidense. Robert Henry Cozad afrancesó su apellido a los dieciocho años cuando su padre, que era jugador profesional, mató a un hombre en una discusión. Tras estudiar arte en Pensilvania, viajó a París (1888), donde asistió a las clases de la Academia Julian y la Escuela de Bellas Artes (1891), con Jean-Léon Gérôme y Léon Bonnat. Pasó seis meses en España y estudió a los pintores del siglo XVII, Velázquez, Ribera y Murillo, en especial. Bajo su influjo, y el de otros maestros del barroco, como Frans Hals y Vermeer de Delft, abandonó los modos académicos, optando por una pintura rápida y sin dibujo previo, de pincelada suelta y empastada, con masas amplias de color. En Roma, en 1891, vio el retrato de Inocencio X (Galleria Doria Pamphilij, Roma) y le pareció «vivo»; y en sus retratos masculinos de los primeros años del siglo veinte hay un recuerdo de las figuras reales de Diego Velázquez (W. J. Glackens, 1904, Chappelier Galleries, Nueva York), en la pose y en la atmósfera; también en los paisajes de esta época (Nieve, 1902) algunos han rastreado huellas del sevillano. Robert Henri se dedicó a pintar, a la enseñanza y a la escritura.
Fue profesor de la Escuela de Diseño para Mujeres de Filadelfia y abrió una escuela propia en París. Como había hecho con él su maestro William Merritt Chase, transmitió a sus alumnos el interés por los pintores del siglo XVII y, entre ellos, los españoles; en 1906 viajó con ellos a España para enseñarles las pinturas de Diego Velázquez, El Greco y Francisco de Goya. Siguió viajando por Europa, con España e Irlanda como destinos favoritos, y por la América menos urbana, convirtiéndose en una figura prestigiosa. En 1908, fue el principal impulsor de «Los Ocho», un grupo de artistas opuestos a las ideas conservadoras de la Academia Nacional de Diseño de Nueva York. Interesado «por la vida y no por los estilos», como él mismo afirmaba, pintó retratos y escenas de campesinos, trabajadores pobres e inmigrantes, sin abandonar nunca el paisaje. Pintó gente sencilla, especialmente gitanos, como Madre gitana (1906, John C. le Clair, Nueva York), Muchacha de Segovia (1912, Robert J. Cooper, Illinois) y en los cuadros de tema español que hizo durante su estancia de ocho meses, entre 1923 y 1924, cargaba las tintas en los aspectos realistas y dramáticos.
Museo del Prado
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