viernes, 6 de septiembre de 2013

Charlotte Salomon







Charlotte Salomon, pintora judía de origen alemán, nació en Berlín el 16 de abril de 1917 y fue asesinada por gas en el campo de concentración de Auschwitz, el 10 de octubre de 1943, a la edad de 26 años.



Su padre, Albert Salomon, era médico cirujano y un profesor universitario renombrado y su madre, enfermera. Pertenecientes a la alta burguesía tenían una acomodadda vida en el barrio berlinés Charlottenbourg. Cuando Charlotte tiene 9 años, el 22 de febrero de 1926, su madre, Franziska Grunwald, se suicida tirándose desde una ventana de su casa. A Charlotte, que tiene el nombre de la hermana de su madre que se suicidó a los 18 años, le dicen que su mamá ha muerto debido al agravamiento de una gripe. Fue educada por institutrices hasta que 4 años más tarde su padre se casa con Paula Lindberg, una importante cantante lírica. Será ella la que inicie a Charlotte en la belleza de la música y del arte mientras el nacional socialismo crece en Alemania.


En 1933 cuando Hitler llega al poder, su familia es catalogada como “100% judía”; como muchas otras familias judías intentan adaptarse y su padre continúa ejerciendo su profesión. A fines de 1933, los abuelos maternos de Charlotte, también judíos, emigran a Italia y, al año siguiente se instalan en Villefranche-sur-Mer, en el sur de Francia.


Víctima del antisemitismo del ambiente, Charlotte abandona el liceo para seguir estudios artísticos siendo la única estudiante “100% judía” que es aceptada en la Escuela Nacional de la Academia de Bellas Artes. Allí aprende las técnicas tradicionales oficiales pero sus trabajos de esa época muestran la influencia de las obras modernas, milagrosamente salvaguardadas, en la biblioteca de la Academia.
Cuando el 9 de noviembre de 1938 tiene lugar la Noche de los cristales rotos, Charlotte ya no está en la Academia: un premio que acababa de ganar se lo han dado a otra alumna por miedo de llamar la atención sobre su origen judío; la situación se volvía insoportable para ella y luego de una corta detención de su padre, ella deberá optar por abandonar Berlín y reunirse con sus abuelos en Francia, mientas que su padre y su esposa parten hacia Holanda.

Cuando se declara la guerra, en septiembre de 1939, ella descubre a su abuela que acaba de suicidarse y, mientras su abuelo reanima a su mujer, le confiesa el gran secreto familiar: su madre no ha muerto de una gripe sino que se suicidó, al igual que su tía Charlotte de 18 años, una tía y una prima: las mujeres de la familia se suicidan.


Esta verdad fue un verdadero cataclismo para la joven Charlotte. Para conjurar esta fatalidad, urgentemente, se pone a pintar con la decisión de “crear algo verdaderamente loco y singular”.
En menos de dos años ( 1940 –1942) crea una obra compleja que mezcla teatro, pintura y música. Un camino fulgurante de 1325 gouaches, desde la primera imagen, la del suicidio de su tía en 1913, a quién no conoció y de la que lleva el nombre hasta la última, donde se pinta a sí misma cuando en 1940 elige vivir y convertirse en pintora: se representa pintando frente al mar y escribe sobre su espalda el nombre de la obra “¿Vida? o ¿Teatro?” (“Leben ? oder Theater ?”).

Esta dedicación al trabajo le permitió lograr el equilibrio mental y salvar su vida, al menos por un tiempo, en ese mundo hundido en la locura de la guerra.



2 comentarios:

Preste Juan dijo...

Una entrada conmovedora. Si me lo permites, te sugeriría activar la barra para compartir por Facebook, Twitter, etc... Aunque yo creo que voy a conseguirlo igualmente.
Y centraría la posición de los vídeos, a no ser que los hayas colocados intencionadamente así.

Un abrazo.

ines dijo...

Ah Preste, mirame a los ojos para que te des cuenta con quien estás hablando... A ver umm tantos años para acceder a internet... ummm otros tantos para saber lo que es un blog..... ¿Y que me pides que haga? Centrar que? Activar que? Ah mi corazón no pidas cosas imposibles a una mujer que lo unico que conoce es el ON y el OFF. Todo funciona por inercia, ni siquiera esfuerzo mental que no quiero eliminar la única neurona que me queda. Biquiños