lunes, 11 de abril de 2011

Mariano de Cossío



La pintura de Mariano de Cossío (1890-1960) se inscribe en la figuración renovada que, lejos de las formulaciones académicas, primó en toda Europa en el periodo de entreguerras.

De hecho, Cossío es uno de los más tempranos y cualificados representantes del influjo de la Nueva Objetividad alemana en el panorama artístico español.

Su acceso al libro de Franz Roh Realismo Mágico. Post expresionismo, antes de que en 1927 fuera traducido al castellano por Fernando Vela en las ediciones de Revista de Occidente, lo convirtió en pionero de un lenguaje pictórico de corte verista y renovador. Su pintura se halla por tanto en línea con las aportaciones más notables de Josep de Togores, Feliu Elias, Alfonso Ponce de León, Rosario de Velasco, Jorge Oramas o Ángeles Santos.

Nacido en Valladolid y perteneciente a una familia de intelectuales estrechamente ligada a la Institución Libre de Enseñanza, Mariano de Cossío (destacado representante de nuestra llamada “Generación del 27”), se formó inicialmente en Madrid, pero no empezó a pintar de una manera continuada hasta la llegada a Valladolid de Cristóbal Hall.


En la segunda mitad de los años veinte el estudio de este pintor inglés se convirtió en el lugar de reunión de los espíritus más inquietos, propiciando la renovación artística de la ciudad castellana en la línea de las corrientes europeas más modernas. Mariano de Cossío también estuvo en estrecho contacto con la Generación del 27 y con el foco vanguardista radicado en la madrileña Residencia de Estudiantes.


Cuando en 1928 se dio a conocer como pintor -con gran éxito- en las salas del Museo de Arte Moderno, de Madrid, Cossío deslumbró con sus audaces naturalezas muertas y la originalidad de sus retratos, emprendiendo a partir de entonces una intensa actividad pictórica y expositiva que se quebró bruscamente con el estallido de la guerra civil. Una etapa más dura se inicia a partir de entonces: poco antes del estallido bélico se había presentado a oposición, optando a la Cátedra de Dibujo para instituto, una actividad docente que desde entonces (con la excepción de varios y duros años de depuración política) compaginará con su propio trabajo en la isla de Tenerife. Desde entonces, desterrado de los ambientes oficiales, su figura fue cayendo en el olvido y sólo recientemente, con ocasión de la exposición “Ángeles Santos, un mundo insólito en Valladolid” (Museo Patio Herreriano, 2004) pudieron contemplarse cuatro obras.

En la década de los veinte la nueva sensibilidad hacia el modelo real propició el auge del bodegón y del retrato, géneros que centrarían también el quehacer de Mariano de Cossío en su primera etapa. El pintor vallisoletano gustó siempre de retratar a los personajes de su entorno más cercano, siendo su mujer, hijos, hermanos y amigos sus primeros modelos. Estas representaciones individualizadas de los miembros de su familia culminarían en el ambicioso retrato colectivo de 1930 titulado _ Mi mujer y mis hijos_ . Como retratista Mariano de Cossío nunca cayó en la rutina, huyendo de los convencionalismos; la originalidad de sus planteamientos compositivos, la precisión dibujística, así como su contrastado juego de luces y sombras convierten, sin duda, algunas a estas obras en ejemplos paradigmáticos de los nuevos realismos.


El bodegón, relegado por la pintura académica a las últimas posiciones en la escala de los géneros, se convirtió en uno de los vehículos privilegiados para la experimentación vanguardista a partir de Cézanne. Este resurgir del género con el fauvismo y el cubismo se acentuaría todavía más en la década de los años veinte, en la que Mariano de Cossío inició su andadura artística, dado el renovado interés por el objeto que aportaron los nuevos realismos. Durante su primera etapa, el pintor vallisoletano realizó una serie de bodegones, naturalezas muertas y floreros de una exultante modernidad. Después, a partir de los años treinta, esta actividad iría decayendo en favor del retrato, aunque nunca la abandonaría por completo. En este tipo de obras evidenció una clara predilección por las frutas y los objetos de rotunda volumetría recortados nítidamente sobre un fondo neutro. Recurrió con frecuencia también a encuadres de carácter fotográfico, utilizando la luz para resaltar la corporeidad de los distintos objetos, en la línea de las más audaces experiencias alemanas de la época.


Si bien el retrato y la naturaleza muerta centraron la mayor parte de la actividad pictórica de Mariano de Cossío, éste hizo también importantes incursiones en el campo de la pintura de género, el paisaje y la decoración mural. Con motivo de la reordenación y catalogación de los fondos del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, emprendida a comienzos de los años veinte, se le encargó la reconstrucción pictórica del grandioso _ Retablo del Monasterio de San Benito_ de Alonso de Berruguete, que el pintor llevó a cabo tras un riguroso estudio de las fuentes gráficas y escritas, constituyendo este trabajo de tipo documental, de hecho, uno de sus óleos más tempranos.


Como no podía ser de otro modo, Mariano de Cossío compartió también el interés de su familia por la fiesta de los toros, y a comienzos de los años treinta realizó una serie de cuadros de temática taurina.

Otra de las facetas más destacadas de la producción de Cossío es la de muralista. La reconstrucción, tras un incendio, de la iglesia de Santa María de Villada, localidad palentina donde residió en la década de los veinte, le brindó la oportunidad de iniciarse en la técnica del fresco, que retomaría con fuerza ya en su etapa canaria. Las pinturas de Villada no han llegado lamentablemente hasta nosotros, pero sí pueden contemplarse hoy las decoraciones murales realizadas en la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán y en el Paraninfo de la Universidad de La Laguna, así como las llevadas a cabo en el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma.

Mariano de Cossío consideró fundamental el dibujo para la práctica de la pintura y, desde luego, vio en él un vehículo expresivo de primer orden, como se puede constatar en sus estudios preparatorios, retratos y paisajes realizados indistintamente a lápiz, carbón o tinta.

Informacion: Ciudad de la pintura

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