1858, Estocolmo - 1928 Uppland fue una pintora e ilustradora sueca. Hizo paisajes de Francia y Suecia, retratos de niños y escenas de género . Sus ilustraciones aparecían a menudo en la revista Jultomten.
Su padre, Carl Henrik Rydberg fue escritor y periodista. Su madre, Emma, era nieta del retratista y escultor Jonas Forsslund.
Estudió en la Escuela Técnica de Estocolmo y en la Real Academia Sueca de Bellas Artes . Gracias a una beca, pudo estudiar en París y en la colonia de artistas en Grez-sur-Loing.
En 1884 se casa con el pintor Johan Tirén, a quien había conocido en París. [Tuvieron cuatro hijos , quienes también se convirtieron en artistas
Realizó numerosas exposiciones, incluidas las del Salón de París (1885), La exposición de Arte e industria de Norrkoping (1906) y el Lilkevalchs Konsthall.
Hoy en día, probablemente sea más recordada por las 116 ilustraciones en blanco y negro que creó en 1899 para una edición de Robinson Crusoe, publicada en una serie de libros para niños
Blanche-Augustine Camus ( 1884-1968) fue una pintora neoimpresionista francesa , conocida por sus luminosos paisajes y jardines del sur de Francia, a menudo combinados con elegantes retratos al aire libre de ella. familiares y amigos.
Nacida en París, estudió en en la academia Julian y en la Escuela de Bellas Artes con Tony Robert-Fleury, Jules Josesph Lefebvre y Adolphe Déchenaud.
Expuso por primera vez en el Salón de Artistas Franceses en 1911, ganando la medalla de oro en 1920 y continuando hasta 1939.
Su obra apareció por primera vez en la Galerie Georges Petit en 1912 y recibió una crítica entusiasta de André Warnod en 'Comoedia': “Des toiles tout illuminées de soleil, un soleil chaud, vibrand, réchauffant, qui resplendit sur les fleurs rouge des jardins, éclate en grandes taches de lumière sur le sable des allées ” ( “ Estos lienzos están iluminados por el sol, un sol cálido, vibrante y cálido que brilla sobre las flores rojas de los jardines, estallando en grandes charcos de luz sobre la arena de los caminos ”. También expuso en la galería Bernheim-Jeune-
Se mudó a Saint-Tropez en 1908 y desde entonces trabajó principalmente en el sur de Francia, donde estuvo asociada con Henry-Jean Guillaume Martin y André Dunoyer de Segonzac
Ilustrador nacido gallego pero residente en Estados Unidos, donde fue figura clave en el movimiento contracultural de los años sesenta. Moscoso destacó en el diseño de carteles de rock psicodélico y de publicidad, así como por la producción de cómics y portadas de cómics underground.
También ha diseñado logos, camisetas, vallas publicitarias y animaciones para estaciones de radio, por lo que recibió dos premios Clio, un premio Inkpot en 1979 y una medalla AIGA en 2018. Tiene obras en los museos de Louvre, MOMA, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos o Victoria & Albert Museum.
Felip Masó nació en Barcelona en 1851. Inició la carrera de Derecho, pero pronto la abandonó para dedicarse a la pintura. Se estableció en París, donde entró en el taller de Léon Bonnat.
Se especializó en la pintura de temática histórica y de género. Entre sus obras, cabe destacar: Colón y su hijo contemplando el globo terráqueo, Colón y su hijo durmiendo, La viuda, Entre dos fuegos, Un árabe, Jaleo y Puente de Córdoba.
Las obras de Masó se expusieron en Barcelona durante los primeros años de la década de 1880. Si bien Felip Masó i de Falp no hizo de la luz el principal leitmotiv de su obra, sí que en algunos momentos quiso captar la luz de Sitges, población de la que era oriunda su familia, a través de cuadros que reproducían playas y escenas marineras. Por una noticia publicada en La Renaixença (20 de mayo de 1881), se sabe que practicaba la pintura al aire libre.
Una vez establecido en París, entre 1875 y 1890, participó en la mayoría de los Salones de la Academie Société des Artistes Français. Entre las obras que presentó, figuran Entierro de una mujer pobre en Sitges (1880), La procesión de san Bartomeu (1884) o Recuerdos felices de Sitges (1886). Se dedicó también a pintar naturalezas muertas, flores, retratos y paisajes. En Francia, además de en París, residió en Cannes y Lourdes.
En el año 1882, ganó un accésit de 1.500 pesetas en el concurso para la decoración del paraninfo de la Universidad de Barcelona. Participó en la Primera Exposición de Bellas Artes de Sitges (1892).
Anders Andersen-Lundby 1841- 1923 `Pintor paisajista danés nacido en Lundby.
Cuando tenía veinte años viajó a Copenhague donde expuso por primera vez. En 1870 alcanzó gran popularidad, especialmente por sus paisajes invernales, tanto de Dinamarca como del sur de Alemania.
En 1876 se trasladó a Munich con su familia, aunque visitaba Dinamarca con frecuencia
Santiago de Compostela (a Coruña), 1852 – Río de Janeiro (Brasil), 1936. Pintor y grabador.
Hermano del escultor Isidoro Brocos y perteneciente a una familia de artistas compostelanos, Modesto Brocos inicia su carrera en la Real Sociedad Económica de Amigos del País (Santiago) como discípulo de Cancela del Río. En 1871 se traslada a Buenos Aires, donde publica grabados en diversas revistas, como Los Anales de la Agricultura de la República Argentina.
Entre 1874 y 1877 es alumno libre en la Academia Imperial de Bellas Artes de Río de Janeiro, como discípulo de Víctor Meirelles y Zeferino da Costa, al tiempo que publica grabados en el periódico O Mequetrefe. A continuación completa su formación de grabador en París, donde permanece dos años frecuentando la École National Superiéure des Beaux-Arts como discípulo de Heber y asistiendo al taller de grabado de H. Lerkmann. De regreso en España, estudia en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y en el taller de Federico de Madrazo.
Entre 1879 y 1881 colabora como grabador en la Ilustración Gallega y Asturiana, dirigida por Manuel Murguía. En 1883, gracias a haber ganado con Rebeca dando de beber a Eliécer la beca convocada por la Diputación de La Coruña, se traslada a Roma, ciudad en la que residirá durante cuatro años y donde trabará amistad con lo más granado de la colonia artística española —Pradilla, Querol y Benlliure—, así como con Rodolpho y Enrique Bernardelli, que luego serán sus valedores en Brasil, al tiempo que asiste a la Academia Ghigi y al Círcolo Internazionale. Desde Roma envía en 1884 a la Exposición Nacional de Madrid Las cuatro estaciones y una copia de La Justicia de Rafael, y al Salón de París de 1885 un Autorretrato (obras todas ellas que actualmente pertenecen a la colección de la Diputación de La Coruña).
De vuelta en Santiago consigue por oposición la cátedra de Pintura y Dibujo de la Real Sociedad Económica y envía a la Exposición Nacional La defensa de Lugo, obra con la que concurrirá al Salón parisino del año siguiente.
Sin embargo, Brocos permanecerá poco tiempo en la capital gallega, ya que en 1890 emigra nuevamente a Río de Janeiro, ciudad en la que se establecerá el resto de su vida, exceptuando el trienio de 1897 y 1900 que pasa entre Roma y Santiago pintando su gigantesco Las tradiciones del Apóstol (sacristía de la catedral compostelana), obra rechazada en el Salón de París y expuesta en la Nacional de Madrid en la sección de Artes Decorativas.
En 1877, tras convencer a duras penas a su padre, ingresa en la Escuela de Bellas Artes de Toulouse, en el estudio de Jules Garipuy. Dos años después obtiene un premio y una beca que le permiten matricularse en el estudio de Jean-Paul Laurens en la École des Beaux-Arts de París.
Siendo todavía alumno de la misma, el Estado le compra un cuadro. En 1883, le otorgan una medalla de primera clase en el Salon por su cuadro Paolo de Malatesta y Francesca de Rímini en los infiernos y en 1885 le conceden una beca de viaje para Italia, a donde marcha en compañía de Ernest Laurent y de Aman Jean, y donde parece ser que conocieron a Seurat.
Su adhesión a las teorías del Sâr Peladan y su participación en los salones de los rosacruces marcan sus obras de inspiración simbolista. Decora, en colaboración con otros artistas, entre ellos Puvis de Chavannes, el Ho^tel de Ville de París con un Apolo y las Musas. En 1899 Puvis de Chavannes lo felicita por su obra Serenidad. En paralelo a estos encargos, Martin pinta cuadros de caballete, escenas de interior intimistas en las que descubrimos a su mujer, sus hijos y sus amigos, y extraordinarios retratos, tanto a lápiz o a pastel como al óleo.
El año 1900 supone un punto de inflexión en la obra de Henri Martin; se diría que descubre el color y la luz y adopta la técnica más adecuada para plasmarla. Compra la casa de Marquayrol en Labastide du Vert en el departamento de Lot. Esta es la época en que concluye la etapa simbolista y comienzan las grandes decoraciones luminosas, precedidas por incontables dibujos y óleos preparatorios, en los que a veces aplica colores puros y toques de color yuxtapuestos: en 1903 Los segadores para el Capitole de Toulouse y El trabajo para la Caisse d'Épargne de Marsella, en 1906 La ribera de la Garonne para el Capitole de Toulouse.
En 1910 la galería Georges Petit de París organiza una exposición monográfica dedicada al pintor. Durante la guerra, Martin acomete una nueva decoración sobre el tema recurrente del trabajo para el Palais de Justice de París y luego La Francia trabajadora se presenta ante el Consejo de Estado, encargo que no concluirá hasta 1924. Como siempre se mantuvo próximo al poder, a pesar de su carácter autoritario e independiente, a Henri Martin se le nombra en 1917 comendador de la Legión de Honor y se le elige académico de Bellas Artes.
En 1923 compra una casa en Collioure y pinta numerosas vistas del puerto y del pueblo y grandes marinas, que son la continuación luminosa de las oscuras marinas bretonas de sus primeros años.
A instancias de Anatole de Monzie, amigo suyo, ministro y natural de Lot, en 1927 pinta Las vendimias para la escalera de honor de la prefectura de Cahors, y luego un tríptico para la ciudad de Cahors en conmemoración de la guerra de 1914-1918, pretexto para una galería de retratos de todos los seres, familiares y amigos, que le son queridos.
En 1935, a los setenta y cinco años de edad, emprende la última gran decoración, destinada al ayuntamiento del distrito V de París, titulada El Luxemburgo. Ese mismo año, el museo del Petit Palais organiza una exposición retrospectiva de su obra.
En 1939, Henri Martin se retira a Labastide du Vert, donde su vida se extingue el 12 de noviembre.
(Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848-Madrid, 1921). Pintor español. Director del Museo del Prado de 1896 a 1898. Sin apenas estudios, entra como aprendiz en el taller zaragozano del pintor y escenógrafo Mariano Pescador, quien le anima para que acuda a las clases de la Escuela de Bellas Artes de San Luis.
Recomendado por su profesor, Bernardino Montañés, se traslada a Madrid donde combina su trabajo como ayudante en el estudio de los escenógrafos Augusto Ferri y Jorge Busato, con la asistencia a las clases de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado. Incitado por José Casado del Alisal, primer director de la Academia Española en Roma, que deseaba contar en la primera promoción de pensionados con las mejores promesas del panorama artístico español, opta a la pensión que consigue brillantemente.
El trabajo correspondiente al tercer año de pensión le supone a Pradilla un éxito rotundo. La obra titulada Doña Juana la Loca consigue la medalla de honor en la Exposición Nacional de 1878 y medalla de honor ese mismo año en la Sección Española de la Universal de París. Este sonoro triunfo le llevaría a recibir el encargo del Senado para la ejecución del cuadro La rendición de Granada, que si bien no resultó tan acertado como el anterior, su difusión le catapultaría a una fama internacional.
Su nombramiento como director de la Academia de España en Roma, sustituyendo a Casado del Alisal, le hizo fijar su residencia en la Ciudad Eterna, donde, emulando a su admirado Fortuny, abrió un estudio al que acudían los más importantes coleccionistas y marchantes de Europa. Pronto se percató de que las obligaciones burocráticas y docentes que le exigía el cargo de director de la Academia, le apartaban de su verdadero interés por la pintura.
El abandono de numerosos encargos le llevó a presentar su renuncia ocho meses después del nombramiento. A pesar del desastre económico que le supuso la quiebra de la banca de Ricardo Villodas, donde tenía depositados sus ahorros, Pradilla siempre reconoció que esos diez años vividos en Italia, alternando su trabajo en Roma con los veranos pasados en las Lagunas Pontinas de Terracina, fueron los más felices de su vida. El nombramiento como director del Museo del Prado en 1896 y su obligado regreso a España, rompieron esa época feliz a la que nostálgicamente Pradilla regresaría a menudo, no solo en sus pensamientos, sino en sus propias creaciones pictóricas. El 3 de febrero de 1896, Francisco Pradilla Ortiz acepta la propuesta de ocupar la dirección del Museo del Prado.
El nombramiento venía a colmar las ambiciones del gran pintor aragonés que, pese a su mala experiencia al frente de la Academia de España en Roma, y a las renuncias personales que tal decisión comportaba, no olvidemos que estaba afincado en Roma, desde hacía muchos años y gozaba de un extraordinario reconocimiento artístico entre coleccionistas y marchantes de todo el mundo, afrontaba el nuevo reto con el convencimiento de realizar una brillante gestión al frente de la primera pinacoteca española.
Lamentablemente, la situación real del Museo, que había amargado los últimos meses de la vida de Federico de Madrazo, al recibir fuertes críticas por la relajación y temeridad con que se conservaban las pinturas de la colección, y que tampoco pudo corregir Vicente Palmaroli en su breve paso por la dirección del Museo, iba a afectar también a Francisco Pradilla. Sin «vocación museística», como señalara Alfonso Pérez Sánchez, o «incapaz para el cargo», en opinión de Juan Antonio Gaya Nuño, Pradilla se encontró muy pronto atrapado por las limitaciones administrativas y por un personal elegido por recomendación y a capricho, además de verse envuelto por el escándalo de la desaparición de un pequeño boceto de Murillo.
Este hecho, medio silenciado en su momento, saltó nuevamente a la luz pública cuando en 1911 el periodista Mariano de Cavia denunció que en la prensa francesa se hacía referencia al asunto y que incluso un conservador de un museo del mediodía francés había recibido en oferta ese cuadro. El periodista pedía a los pintores José Villegas y Salvador Viniegra, director y subdirector del Museo del Prado en ese tiempo, que aclararan definitivamente el tema, pero los aludidos no dieron respuesta alguna. Por otro lado, las críticas recibidas por la «pasividad» del Museo ante la quiebra del duque de Osuna y las ventas de algunas de sus mejores obras de arte, fueron la gota que colmó el vaso de la paciencia de Pradilla.
Efectivamente, el Museo solo pudo adquirir el Retrato del duque de Pastrana, por Carreño, obra importante en opinión de Pérez Sánchez, pero nada barata como indicara Gaya Nuño (15 000 pesetas), dejando que coleccionistas privados se hicieran, por muy poco precio, con series tan bellas como los cuadritos pintados por Goya para la Alameda de Osuna. El 29 de julio de 1898 Pradilla cesó en su puesto, ocupándolo el pintor Luis Álvarez Catalá, hasta entonces subdirector, que, además de contar con el apoyo del ministro, era el candidato predilecto de la reina María Cristina. Meses más tarde, en carta dirigida a su amigo el pintor Hermenegildo Estevan y en su propia autocrítica, publicada en el Heraldo de Aragón, Pradilla escribía de su experiencia en el Prado: «[…] aquello es un semillero de disgustos, porque entre unos y otros queda reducido el tal cargo a una especie de maestro de casa pobre y ruin […], hubiera incurrido en imperdonable irresponsabilidad si no hubiera protestado en distintas comunicaciones y finalmente con mi dimisión, contra un sistema que compromete la seguridad de las obras, pero el Ministro se ha mostrado indiferente con mis demandas […]»; finalmente Pradilla concluye: «[…] por mi parte me considero justamente castigado por haberme considerado comprometido a venir a vivir a semejante letamajo […]».
A sus cincuenta años, cansado y escarmentado, su reacción ante la nueva situación, impensable veinte meses antes en Roma, es firme: jamás volverá a ser instrumento de intereses oscuros. Pradilla en la soledad de su estudio madrileño se alejaría voluntariamente de todos los actos sociales y políticos, entregándose al quehacer que le había reportado bienestar y fama: la pintura. En su magnífico palacio-estudio donde recibía a numerosos amigos como Pérez Galdós, Núñez de Arce, el marqués de Pidal y al mismísimo rey, que solía visitarlo con frecuencia. Aunque su muerte sorprendió a muchos por el alejamiento del pintor de la vida social, la exposición póstuma de sus obras que se instaló en su propio domicilio, fue un éxito de concurrencia, ya fuera para visitar un lugar difícilmente accesible o por ver «los Pradillas» que conservaba su propio autor.
No parece probable, sin embargo, que en esta exposición figurase alguna de las once obras propiedad del Museo del Prado y entre las que destacan la famosa Doña Juana la Loca, tan reconocida y premiada, el magnífico Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, legado al Museo por María Luisa Ocharán, junto con La reina doña Juana «la Loca», recluida en Tordesillas, una gran obra de la que el Museo posee otra versión similar, o el extraordinario Autorretrato, legado por Kochler y al parecer el último de los cinco conocidos que se hiciera Francisco Pradilla.