viernes, 13 de noviembre de 2009
Annette Messager
Cuando Annette Messager decidió dedicarse al arte dividió su apartamento parisiense en dos habitaciones. Una para vivir y una para crear. En la segunda se acumulan todo tipo de restos de objetos domésticos, de papeles y revistas, de telas, juguetes, ropa, lápices, platos y fragmentos que el naufragio urbano arroja a los rincones, a los desvanes. Con esos modestos materiales, Messager ha sido capaz de revelarnos algunos de los más perturbadores aspectos del horror cotidiano. A partir de ellos, Messager es capaz de convertir un inocente cuento de hadas en un episodio de espanto."Son mis pequeñas cosas de casa. Objetos insignificantes que entran en un diálogo entre ellos y cuentan su historia", dice la artista francesa. "Juego mucho con tejidos y retales, con imágenes de trozos del cuerpo que a veces resultan violentas; los colores de los materiales también cuentan, porque a veces los tonos pasteles afilan un mensaje como si fueran cuchillos", explica.
Annette Messager, coleccionista; Annette Messager, artista; Annette Messager, mujer práctica; Annette Messager, tramposa son algunos de los personajes, los álter egos en los que ella misma se rompe y clasifica. "Hacer arte es tomar posesión de una vida que no se llega a vivir", dice. Su faceta de coleccionista recoge inquietudes íntimas, como las que refleja en la serie Hombres que me gustan y hombres que no me gustan. Recorta, pega, recompone y tergiversa a su manera las imágenes de revistas y periódicos.
También utiliza muñecos de peluche que "vivisecciona" y despanzurra; mullidas formas sembradas de amenazadoras puntas de lápices de colores; pequeños animales disecados a los que enmascara o cubre con ropitas tejidas por ella. "Los peluches descosidos y abiertos en canal son seres monstruosos, de alguna manera recuerdan también a los abrigos de piel hechos con los cadáveres de animales", reflexiona. "Hay algo de monstruoso en la vida cotidiana, como cuando pisas un zapato en la oscuridad. Son pequeñas agresiones y sucesos desdichados que nos marcan con su misterio".
Para esta mujer tímida y atractiva, fina y secreta, su propuesta artística es "una conjura de lo cotidiano". Messager opone al arte tradicional una actitud de "mujer dedicada a sus labores". Desde el principio de su carrera reivindicó el papel de artista devaluada que utiliza sólo materiales familiares, de desecho, sin ninguna técnica. Como John Baldessari o Christian Boltanski, se plantea una manera distinta de hacer arte dotando a sus instalaciones de una intencionalidad provocada por la conjunción de elementos dispares.
El intenso perfume femenino de su obra no emana de una actitud reivindicativa, es sólo el reflejo de ese microcosmos en el que ella se siente dueña y manipuladora. Pese a la humildad de su actitud ante la creación, Messager es una de las artistas francesas más internacionales.
Messager tiene el espíritu de una pequeña araña casera. Es inofensiva, pero sus entramados tienen la virtud de vestirlo todo de un aire inquietante. El mundo infantil y la extraña magia de los cuentos de hadas también extienden su luz y su sombra en la obra de esta artista. Como en los relatos infantiles en los que la vida idílica y perfecta de un príncipe se ve de pronto amenazada por increíbles peligros, Messager propone paisajes de formas enredadas y fotos de niños con gestos grotescos. "El horror es un sentimiento muy importante en la infancia", afirma. "Es una de las formas en las que comprenden las contradicciones del mundo".Sin embargo, a esta mujer lo que le asusta es lo que sucede fuera de su habitación. "Vivimos en un mundo en que cosas como lo virtual y la clonación se normalizan. Por eso, la gente busca el aspecto religioso de las cosas. Por eso ponen su ilusión en la utopía religiosa y en el arte"
FIETTA JARQUE - Madrid - 10/02/199 EL PAIS
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