viernes, 14 de septiembre de 2012

Una donación permite recuperar la obra artística del pintor y dibujante Joan González



Sus amigos Alexandre de Riquer y Joaquim Torres García le describían como un hombre callado, culto, "artista hasta la médula" y que pese a su apariencia fría "en su interior escondía un volcán". Se referían a Joan González, el mayor de los González, una reputada familia de artesanos catalanes que dio a la historia del arte una significativa figura, la del escultor Julio González. Joan fue durante años el hermano olvidado al que escasamente se le cedían unas pocas líneas de comparsa en las biografías sobre el famoso benjamín.

El Museo de Arte Moderno de Barcelona acaba de editar el primer catálogo dedicado a la obra de Joan González (Barcelona, 1868-1908), que coincide con una exposición de sus dibujos y pinturas en la sala de exposiciones temporales del centro hasta el 26 de julio. La exposición ha sido posible gracias a las donaciones de las herederas del legado González. Primero fue Roberta González -hija de Juli- quien descubrió los dibujos -unos 800- de su tío Joan, que habían permanecido guardados en las diferentes casas familiares. En 1972 realizó una importante donación de obras de los González -mayoritariamente de Juli, aunque también había obras de Joan y del padre de ambos, Concordi González, famoso platero y metalista- al Ayuntamiento de Barcelona. 


Dos años después falleció y en su testamento dejaba tres obras del escultor a la ciudad. Sus herederas, Carmen Martínez -que había sido secretaria y mano derecha de Roberta- y Vivianne Grimminger, han seguido esta línea. Mientras se negociaba una nueva donación falleció Martínez, pero Vivianne Grimminger continuó adelante con el deseo de su gran amiga y hace pocas semanas formalizó la donación de 93 obras, las que ahora estan expuestas. 91 de éstas son de Joan -88 dibujos y 3 pinturas-; una de Juli -la magnífica escultura en hierro Don Quijote, realizada entre 1929 y 1930-, y un volante de blonda polícroma realizado entre 1830-1860 y considerado una importante pieza de la historia del encaje. Mercè Doñate explica en el catálogo que los González son una familia que permite rastrear en parte el ambiente artístico de Barcelona en el pasado cambio de siglo.

 Concordi González era platero y tenía una empresa de metalistería en la que trabajaba artísticamente todo tipo de metales para realizar joyas, lámparas, rejas, marcos o muebles. "En el momento en que se llevaba a cabo una renovación estética en el campo de las artes decorativas e industriales no se plantearon la renovación de sus modelos para adaptarse a los nuevos gustos de la burguesía barcelonesa ni al de los arquitectos que proyectaban los nuevos edificios de la ciudad, sino que optaron por un cambio mucho más radical, como fue decidir el cierre de la empresa", explica Doñate. Joan estudió escultura en la escuela Llotja y después pasó a trabajar en las industrias artísticas de Francesc Vidal, significado artesano cuya hija, Lluïsa, también fue pintora.




 En sus primeros pinitos como artista, Joan González no tuvo éxito y las obras que presentó en diferentes concursos artísticos no obtuvieron excesivo eco. En 1900 se cerró la metalistería y se fueron todos a París, la meca a la que ya había acudido gran parte de sus amigos. La vida, al parecer, fue dura para ellos en aquella época, aunque para Joan fue la más fructífera artísticamente. Entre sus temas figuran escenas de café, estudios de desnudos femeninos, autorretratos y, sobre todo, paisajes, género que cultivó con especial dedicación. Los especialistas destacan los estudios que realizó de nubes. En 1906, Joan González volvió a Barcelona y efectuó su primera y única exposición individual, en la Sala Parés. Falleció en abril de 1908. Su recuerdo se diluyó en el olvido hasta ahora.

EL PAIS

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