Con vocación temprana por el arte, se inicia su formación en la Escuela de Artes Pablo Picasso de su ciudad natal, en 1986, y seis años más tarde se gradúa en la especialidad de técnicas de volumen. En esa misma fecha realiza su primera exposición en dicho centro y las proseguirá en otras ciudades de Galicia, hasta que se desplaza a Barcelona, donde enseguida conseguirá ambientarse y proyectar su trabajo, tras exponer en la Sala de Arte Joven de la Generalitat de Catalunya y en la de La Caixa, de la ciudad condal. Participa en la VI edición de la prestigiosa Mostra de Unión Fenosa en 1999.
Consigue premio en la selección denominada Veinticinco artistas jóvenes de Cataluña y es finalista en el premio Kronenbour de Barcelona. Últimamente, su pintura ha sido expuesta en Italia. La pintura de Jano Muñoz es conceptual, reflexiva, a partir de un intenso razonar sobre estructuras geométricas.
Su paisajismo está inmerso en el hiperrealismo, cuya máxima figura española es Antonio López García, aunque el gallego es más sobrio de color y da a los volúmenes una intensidad de poliedros en el espacio, que añaden misterio a sus resultados cromáticos, en grises y ocres, falseando deliberadamente la perspectiva. También puede ser un ejercicio de trazos y líneas secantes, a modo de estructura constructiva, de gran simplicidad y belleza.
A Coruña, 1977 -Artista autodidacto, vinculable a la estética “pop” norteamericana, se dio a conocer en la sexta edición de la Bienal de Pintura de Betanzos en 1998. Colectivamente ha mostrado su obra en Compostela, Madrid, donde fue finalista en el premio Mercedes Benz, Australia, Cádiz, Vigo, Alicante y Lugo. En 2004 recibió accesit en la vigésimo primera edición del certamen de pintura del Concello de Cambre.
De manera individual, su primera exposición data de 1999, en la Universidad de A Coruña. Después lo hará en Santiago, Madrid, León y varias ciudades de Alemania, así como en Vigo, con una amplia muestra titulada Revolución Francesch. Su labor se ha extendido al teatro, con los decorados para la versión en ballet de “Yerma” de Lorca, en 2002.
Está representado en el Ayuntamiento de A Coruña, Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Ayuntamiento madrileño, Fundación Arte siglo XXI de la capital de España y diversos centros oficiales y profesionales de su ciudad natal.
El “comic”, el cartel, la plástica deliberadamente tópica de la geografía urbana, son motivos para la pintura de Francesch, con reminiscencias de Warholl o de Lichenstein. Trabaja con colores contrastados, planos, o bien inscribiendo sus figuras sobre tramas que se inspiran en la ilustración gráfica de la literatura de evación, la banda diseñada o la narración para niños. Inclusive el juguete popular, el muñeco articulado, son referencias para sus composiciones, que, por supuesto, trascienden lo aparentemente tópico para ser plástica tertimonial de nuestro tiempo
Aunque su vinculación al mundo plástico es por completo paralela a su vida, ya que desde niño trabajó en medios creativos publicitarios, como pintor de caballete se ha mostrado relativamente tarde.
Comenzó a exponer en 1983, en su ciudad natal. Desde entonces ha realizado muestras con regularidad, en ciudades de Galicia, de España y de Portugal.
Es importante su faceta de ilustrador, porque es un dibujante exquisito, de grafismo primoroso, capaz de sintetizar la arquitectura monumental o cualquier objeto en los trazos justos.
Fundamentalmente paisajista, y sobre todo, paisajista urbano, digamos de su pintura lo que afirmaba Ortega y Gasset respecto de la literatura de Azorín: «primores de lo vulgar». Porque Alex Vázquez es capaz de hacer motivo plástico de cualquier nadería, de lo secundario y habitualmente inadvertido. Así, un balcón, unas macetas, un interior entrevisto, o simplemente presentido, al través de unos visillos, constituye una pintura de ejecución equilibrada, a veces minuciosa, pero nunca insistida, de manera que la anécdota, como quería el maestro d'Ors, se eleva a categoría.
Pintor del sentimiento, de evocaciones y nostalgias, de imaginaciones viscontianas, a caballo entre un barroco intemporal y un novecentismo inexacto, deliberadamente inexacto, para que el motivo y la interpretación se identifiquen sin avasallar. Un pintor sin vanguardias, convencido de que forma, luz y ambiente, son también, y con gran verdad, la verdadera pintura.
(
Bouzas, Vigo, 1890 -
Madrid, 1952 )La condición de ilustrador mundano y elegante
que cubre la mayor parte de su vida, puede restar importancia al arte
de este vigués, en su momento universal, famoso y admirado, y hoy
bastante olvidado. Su familia deseaba que estudiase Medicina, pero el
futuro artista rechazó esta opción, como la de opositar al cuerpo de
Correos.
Decide emigrar, y a los diecisiete años se encuentra en La
Argentina. En Buenos Aires comienza como pintor de brocha hasta que
consigue publicar dibujos en periódicos y revistas, alguna tan
importante como «Caras y Caretas», en la que también aparecieron
trabajos de Castelao y Luis Seoane. Inquieto y descontento, decide
regresar a Europa, buscando París como meta.
En los años inmediatamente
anteriores a la guerra europea está en la capital francesa, donde
enseguida consigue popularidad, que se trunca por el aludido
acontecimiento bélico. Regresa a España y se instala en Madrid, en 1916.
Gana un concurso de carteles para una gran firma de perfumería y lo
contratan importantes editoriales como portadista de libros, tarea a la
que dedicará muchos de sus trabajos.
Cultiva un arte modernista,
elegante y erotizado que a veces firma con el seudónimo de Mirko. En
1929 asume la dirección de una gran empresa de publicidad. Cuando
estalla la guerra civil se encuentra en Vigo. Su ideología republicana
le produce contratiempos, y marcha nuevamente a Argentina, donde en
Buenos Aires se encuentra con Castelao y Seoane.
Allí continúa hasta
1949, en que retorna a Madrid para continuar en sus antiguos trabajos
publicitarios. Es objeto de un homenaje en el Círculo de Bellas Artes,
donde es saludado por el Marqués de Lozoya, máxima autoridad del mundo
plástico en la España franquista. De cuando en cuando vuelve a Galicia y
pinta acuarelas de temas de mar, exquisitas de sencillez y viveza.
Colabora ocasionalmente en Faro de Vigo y en la revista Vida Gallega.
En
Blanco y Negro y ABC ha dejado lo mejor de su calidad de ilustrador en
los años de anteguerra. Los tres últimos de su vida son también
intensos, ejerciendo un verdadero magisterio que crea escuela.
Repentinamente, a la puerta de su casa, en plena calle Marqués de
Urquijo, muere el 11 de septiembre de 1952. La obra de Federico Ribas
está recogida en museos de Galicia y en las colecciones y archivos de
Prensa Española y empresas industriales, publicitarias y editoriales
para las que trabajó durante tantos años.
Fue un dibujante exquisito,
influido inicialmente por los ilustradores ingleses, desde Beardsley
hasta españoles universales como José Segrelles. Crea un estilo propio
sólo comparable al de Penagos, hasta el punto de que las mujeres visten,
se maquillan y se comportan como Ribas ideaba. Eleva el cartel a
categoría de arte, como Toulouse-Lautrec, y hace de la ilustración
circunstancial una expresión perdurable, siempre en la gracia de una
línea suave, un estilizamiento deliberadamente decadente y un colorismo
caliente y entonado.
Se formó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, por la que es licenciado. Su primera exposición individual la realizó en el Círculo de las Artes, de su ciudad natal, en 1964, cuando sólo tenía dieciseis años. Posteriormente lo ha hecho en Madrid, Málaga, Compostela, A Coruña y Vigo; en Alemania, con el patrocinio de la Embajada española, y en Buenos Aires.
Ha participado en importantes colectivas, como la cuarta Bienal Internacional del Deporte en Las Bellas Artes; Panorama 78, del Museo Español de Arte Contemporáneo, de la que fue comisario; Pintores de Lugo, en la Casa de la Parra, en Compostela, y Arco 87. Está representado en los Museos Carlos Maside, de Sada, y Castrelos, del Ayuntamiento de Vigo. García Gesto define su concepto pictórico como un estudio del plano y sus posibilidades matéricas. Una forma de inducir una concepción espacial virtual. El dibujo, la línea y el punto como los protagonistas fundamentales de la tradición artesanal en el lenguaje de la imagen.
Estos elementos, la mayoría de las veces los articula muy fundidos con el plano soporte, de manera que no desvirtúen la sensación tridimensional del lienzo. El color, muy parco, monocromo, trabajado en contraste afín, para abundar en el concepto de superficie plana de objeto tridimensional, como si de una placa se tratara. Sus temas están en el entorno inmediato, afirmando una realidad doméstica, para oponerla al mercado de lo mundano. Una mirada interior que huye de los argumentos espectaculares. Pintura como despreocupada del oficio, de la técnica.
Cual si fueran huellas borrosas, casi perdidas, de dibujantes espontáneos en muros medio derruidos. Dibujo de línea deliberadamente dubitativa, escueto, mera insinuación o boceto de una realización posterior más precisa, que al fin no existirá. Pintura "póvera", neo realista, que sin embargo expresa una gran emoción y denota a un artista reflexivo e inteligente, muy próximo a lo que el novelista y psiquiatra Martín Santos llamó tiempos de destrucción. Lo mínimo, lo secundario, lo absolutamente despreciable y fugaz, cobra en la pintura de García-Gesto valor de categoría y permanencia, con pincelada ancha, de textura áspera y cuarteada, casi monocroma, en la que se insinúan perspectivas al fin inexistentes y objetos como temblorosos.
Aunque semeje ser tan intimista, tan asordado, ha realizado murales de considerables dimensiones en edificios públicos como el Aeropuerto de Barajas, donde al fin se reitera una sensibilidad muy acusada y la importancia que estas expresiones desnudas pueden cobrar ante el espectador inteligente y dispuesto a admitir que el arte no exige siempre alardes, tantas veces gratuitos y hasta innecesarios.
( Vigo, 1874 - 1961 )Buen oficio, pasión por la luz y el color, en Pereira Borrajo hay un pintor que gozó de justa fama, posteriormente cayó un tanto en el olvido y ahora comienza a ser recuperado justificadamente. Se formó en Madrid, donde fue discípulo del valenciano Joaquín Sorolla, de quien aprendió a valorar los efectismos de los contraluces y una considerable alegría, claro que bastante más limitada, de la mancha amplia, de la pincelada directa y enérgica.
Concurrió reiteradamente a las exposiciones nacionales de Bellas Artes, en las que obtuvo menciones honoríficas en las ediciones de 1904, 1906 y 1908. Sus paisajes lograron grandes elogios en la Exposición de Arte Gallego realizada en Madrid en 1912. Cultivó todos los géneros, desde el retrato al paisaje y la composición de figuras. En todos ellos es el mismo pintor seguro, sobrio pero nada pacato, a veces inevitablemente cerca de un folklorismo, imperante en su época, la del primer cuarto del siglo XX, al que se aproximaron tantos artistas notables, desde el citado Sorolla a Zuloaga, Sotomayor, Benedito, Romero de Torres o Anglada Camarasa.
Vigo le debe a su pintor excelentes interpretaciones de su paisaje urbano o marinero, y excelentes retratos de personajes que son parte de su historia. Pereira Borrajo está representado en museos de Galicia, entre ellos el de Castrelos, en Vigo, y en colecciones institucionales. Resulta imprescindible en cualquier antología de la pintura gallega post romántica y realista.
( 1913, Cangas do Morrazo, Pontevedra, 1913 - San Juan de Puerto Rico, 1986 ) Pintor, artista gráfico y escultor. Comenzó sus estudios de arte en 1930 bajo la tutela de François Maurice Roganeaux en la Escuela de Bellas Artes de Burdeos, Francia. En 1935 regresó a España para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. La Guerra Civil Española interrumpió su educación y en 1940 fue a establecerse en la República Dominicana, y luego en Haití.
En 1953 se radicó en Puerto Rico y abrió la Galería Las Antillas (luego Galería Botello), una de las primeras galerías de arte en la isla. Desde entonces se dedicó por completo a su trabajo artístico y, aunque cultivó el paisaje y el bodegón, sería la representación de la figura humana —especialmente la de los niños— el tema central de su obra. Un lenguaje pictórico sencillo, basado en la simplificación geométrica de las figuras y en grandes áreas de color plano fuertemente delineadas, son las características fundamentales de su obra.
Nació en A Coruña el 10 de octubre de 1930 en el seno de una familia de la pequeña burguesía. Los primeros años de su vida transcurrieron en Ferrol, donde trabajaba el padre, pero pronto, con el estallido de la guerra, la familia se trasladó a Jubia.
Allí, en la casa que el abuelo materno ocupaba en la fábrica de tejidos, tuvo lugar su primer contacto con el campo y el río. Durante la contienda europea, y tras una breve estancia en Ferrol, se desplazaron aún más al interior, instalándose entonces en una casita del Rojal, cuyos bosques y arroyos configurarían la imagen de un paraíso perdido al que siempre trató de volver.
En 1944 se trasladaron definitivamente a Coruña y pronto se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios, donde tuvo como profesor a D. Manuel Tormo. Al parecer, lo hizo ante todo por buscar el ambiente y el compañerismo de otros jóvenes, puesto que tenía ya un buen conocimiento técnico de la pintura y el dibujo; de hecho, nunca dio demasiada importancia a esta experiencia y siempre se consideró autodidacta. Hacia esas fechas comenzó a trabajar en la tienda de tejidos que su padre había abierto en la calle de San Andrés, lo que le obligó a simultanear la pintura con el trabajo.
Los años finales del decenio de 1940 y la primera mitad del de 1950, que son los de su primera juventud, estuvieron dominados por una gran curiosidad intelectual y cultural, por el afán de conocer las tendencias del arte en Europa y el mundo, buscando fuera de España lo que aquí se había cortado de raíz. Aunque su interés se centraba en la pintura, también se sentía atraído por la música, la literatura o el teatro. Pero la posguerra se había instalado profundamente en la sociedad, con su corolario de aislamiento internacional, penuria artística, temor a la innovación y exilio de muchos artistas, lo que redobló el aislamiento de los que se quedaron en la bien llamada “Galicia del silencio”. Para satisfacer esa necesidad de innovación y renovación artística no encontró más que dificultades: poca información, mínimas posibilidades de viajar, nulas conexiones con la evolución europea…
Cuando podía, frecuentaba la biblioteca del Círculo de Artesanos, donde leyó entre otros a Rilke y a Whitman, así como la Asociación de Cultura Iberoamericana, cuyo Círculo Bach dirigía Labra. A través de los libros de Austral y Skira y de las exposiciones de reproducciones de la Alianza Francesa fue adquiriendo cierto conocimiento de la última evolución artística y de la obra de los maestros clásicos. En compañía de amigos músicos (A. Buján, M. Carra, L. Izquierdo) descubrió el mundo de Bartok, Stravinsky, Mussorgsky y Schönberg y profundizó en Bach, Mozart y Brahms. Como el resto de su generación, sufrió la carencia de una Escuela de Bellas Artes en Galicia, lo que le llevó a proseguir su formación pictórica de forma totalmente autodidacta, característica que parece común a muchos pintores gallegos del momento y de la generación anterior y que en cierto modo era marchamo de rebeldía frente al academicismo imperante. Sea como fuere, a través de reproducciones o bien por contemplación directa, se mantuvo al tanto de las tendencias más innovadoras de la pintura de la época.
En ese momento, empezó a frecuentar la tertulia del bar Casa Enrique, centro de reunión de jóvenes escritores y pintores. Con muchos de ellos coincidió también en la Revista Atlántida, fundada con un claro objetivo de renovación artística y literaria y de rebeldía frente al academicismo, el neoimpresionismo y el costumbrismo. En ella participaron entre otros: U. Lugrís, M. González Garcés, Mariano Tudela, G. Meléndrez, J.M. Labra, F. Mon, Cebreiro, A. Tenreiro, Mariano García Patiño, J. Villar Chao, A. Abelenda…, que contaron con colaboraciones de personalidades tan destacadas como Eugenio d’Ors, Otero Pedrayo, V. Risco o Ramón Gómez de la Serna, y publicaron separatas de J.A. Avilés Vinagre, Luz Pozo Garza y Pura Vázquez, entre otros poetas. Sus miembros compartían un sentido europeísta de la modernidad y una vocación universalista, y reclamaban para el arte sinceridad, autenticidad y responsabilidad, oponiéndose a cualquier idea de escuela o grupo. Aunque en aquel momento González Pascual sólo contaba 24 años y sus compañeros algunos más, su precoz madurez como artista le permitió participar plenamente en la revista y entablar profundas amistades que lo serían ya para siempre. La revista tuvo una vida corta; se prohibió en 1956 por la edición de un número especial dedicado a Ortega y Gasset. Pero su existencia representó en su momento un acontecimiento decisivo para la cultura gallega. En efecto, tuvo el valor de agrupar en torno a ella a ensayistas, poetas y artistas plásticos, que se unieron para defender un proyecto cultural común.
En esta etapa de intensa participación cultural y continuo intercambio de colaboraciones entre amigos, ilustró dos libros para su amigo el poeta Avilés de Taramancos (A Frauta e o Garamelo y Un corvo chamado Alberte) y pintó decorados para obras de teatro como “La Casa de la Troya” (1956), “Las sillas” de Ionesco y “Edipo abandonado” de López Cid (1960).
En octubre de 1954 inauguró su primera exposición en la Galería Lino Pérez de A Coruña, regentada por Julio Ponte. Es significativo que fuera en este espacio, de clara vocación vanguardista y en el cual, a pesar de su corta vida, expondrían muchos jóvenes artistas que andando el tiempo ocuparían un lugar importante en el panorama del arte gallego, como Lago Rivera, U. Lugrís, A. Abelenda, A. Tenreiro o Labra. Esta exposición marcó un momento importante en su vida, pues tuvo el carácter de una declaración de intenciones. En efecto, vino a confirmar su decisión de obedecer su vocación y “ser pintor”, algo que para su familia y la buena sociedad coruñesa era insólito, en cierto modo anormal y poco serio, máxime cuando optaba por un tipo de pintura que resultaba escandalosa e incomprensible.
En 1957 se le presentó la ocasión de salir fuera de España y respirar esa atmósfera de libertad e información a que aspiraba desde aquí: viajó a Italia con unos amigos, entre los que se encontraba José Luis Rodríguez, y tuvo oportunidad de contemplar obras de Piero de la Francesca, Paolo Uccello, además de Rafael, Miguel Ángel, etc. Sobre todo los dos primeros le impresionaron profundamente, por su definición y por la potente articulación de formas y masas, enseñanzas que después recogería en su propia obra.
El final de la década estuvo marcado por dos acontecimientos importantes. En 1959 contrajo matrimonio con Blanca Docampo, que a partir de entonces fue la compañera inseparable de su vida y con quien tuvo tres hijos. Y en 1960 colgó su segunda exposición en la Sala de la Asociación de Artistas, en la que presentó ya una obra hecha, personal, que marcaría el final de este período de juventud y el principio de una etapa plena de madurez.
Por aquel entonces, muchos de sus otros compañeros de inquietudes habían marchado ya a Madrid o al extranjero. Pocos se quedaron, y los que lo hicieron no contaron con ningún tipo de apoyo institucional, ni siquiera con el estímulo de una sociedad receptiva. Fue más o menos a partir de este año de 1960 cuando inició su camino en solitario, en dos sentidos: por la ausencia de muchos amigos y la falta de apoyos, y porque se cierra esta etapa inicial, claramente abierta al exterior, a la influencia de corrientes exteriores, y se inicia una evolución plenamente individual e independiente.
Los viajes que realiza, tanto el que hace a Italia, ya comentado, como el de bodas a Francia y algunos otros que le llevan por la península (y que le inspiran obras como “Lago Léman”, “Paisaje de Montpellier”, “Paisaje castellano”, etc.), le aportan la visión de tierras diferentes. Al percibir las diferencias, se reafirma su sentimiento de pertenencia a una geografía determinada y aprende a comprender lo autóctono en lo que tiene de universal. Otro aspecto es más histórico y está ligado a un renacer de la conciencia de la propia identidad en la última etapa del franquismo y durante la transición. Además, dado que abandona la figura (que circunscribe exclusivamente al retrato), el paisaje se convierte en el principal instrumento expresivo de la identidad y los problemas de Galicia, como también de él mismo.
En 1963, construye, a modo de refugio de pesca, una pequeña casa junto al río Mera (Ortigueira). Era un lugar aislado, sin acceso en coche y, con las carreteras de entonces, muy distante de Coruña, pero absolutamente virgen. Esta especie de autoexilio, se convertiría en su lugar de elección y el comienzo de un proyecto personal de libertad y naturaleza en torno al cual giraría el resto de su vida.
En 1975 deja el negocio familiar para dedicarse a la pintura.
Cuando falleció el 13 de noviembre de 1993 estaba trabajando en cuadros y bocetos de interiores, de nuevo el estudio, sillas vacías, pequeños rincones de estancias de la casa de marcado carácter intimista, espacios en que cortinas o puertas que se abren nos desvelan nuevos ámbitos de luz a partir de la sombra.