lunes, 14 de septiembre de 2009

LA SCUOLA ROMANA


Da valori Plastici a Corrente: Guttuso-Ragazze a Palermo


Giorgio de Chirico


"Aquel barrio de Roma era precioso, todo lleno de plazuelas y casitas. Nosotros vivíamos en una última planta, en un piso con una terraza enorme y maravillosa donde comiamos, pintábamos y charlábamos, y desde la que se tenía una vista que cortaba la respiración." Así recuerda Antonietta Raphael la csa de Vía Cavour 325, donde, en noviembre de 1927, fue a vivir y trabajar con Mario Mafai y con su hija Miria, que era aún un bebé. Era un piso modesto, de un pacato estilo umbertino, pero durante tres años fue el punto de referencia de uno de los episodios más significativos del arte italiano de entreguerras, el verdadero epicentro de lo que, siguiendo el ejemplo de la parisiense École de Paris, había de donominarse SCUOLA ROMANA.

Hija de un rabino lituano y criada entre Londres y París, Antonietta, que era unos años mayor que Mafai, fue la guía intelectual de los jóvenes amigos que frecuentaban aquella casa: Scipione, genio melancólico minado por la enfermedad que lo llevó a la muerte en 1933, tan incondicional de Mafai que llegaron a pintar cuadros a 4 manos; y Marino Mazzacurati, talento precoz, mano hábil y lengua de réplica fulminante, que poco despues sería ayudante de Arturo Martini e ilustrador de los Canti Orfici de Dino Campana.

Con ellos convivian tambien otros intelectuales que se mantenían alejados de los viejos cenáculos académicos y de las nuevas geografías del régimen: Leonardo Sinisgalli, Enrico Falqui, Libero de Libero, Giuseppe Ungaretti, en una época en que la pintura, literatura y música - Antonietta Raphael era una pianista de talento y Alfredo Casella un coleccionista minucioso e interlocutor inteligente de los artistas- aún tenían mucho que decirse.

Con la polémica urgencia de los Jungen de todos los tiempos, este puñado de artistas tambien se consideraba irregular. Excéntrico, incluso, respecto del clima mejor de la época, dominado por figuras carismáticas como Giorgio de Chirico o Carlo Carrá, y por las propuestas a un tiempo cosmopolitas y castizamente italianas, que surgieron del debate de alto nivel que proponían las páginas de VALORI PLASTICI.

La revista de Mario Broglio, que empezó a publicarse en 1918, representa el núcleo de ese "rappel à l`ordre" que decició el fin de ls vanguardias históricas en Frencia, Alemania e Italia. VALORI PLASTICI es una revista donde De Chirico habla de "regreso al oficio" y del descubrimiento del "demonio en cada cosa", y donde proclama "pictor classicus sum"; revista en la que Gilbert Clavel habla del nuevo Picasso; donde Blaise Cendrars, André Salmon, Jean Cocteau, André Breton, Juan Gris, Georges Braque, Adré Derain, George Grosz y Georg Schrimpf se cruzan con Giorgio Morandi, Arturo Martini, Alberto Savino, Pilippo De Pisis o Roberto Melli, en nombre de un proyecto de una nueva clasicidad hecha de medidas destiladas y de "atmósferas en tensión" -como sucede con Massimo Bontempelli-, que no sea mero "pasadismo" o vuelta al pasado sino una reconstrucción efectiva de un valor en arte. Tenía que ser un poeta, Vincenzo Cardareli, quien mejor sintetizó el proyecto intelectual de su tiempo al presentar el primer número de otra revista, LA RONDA: "Nuestro clasicismo es metafórico y de doble fondo. Continuar sirviéndonos con confianza de un estilo difunto, sólo significa para nosotros realizar nuevas elegancias, es decir, perpetuar insensiblemente la tradición de nuestro arte. Tal consideramos ser modernos a la manera italiana, sin expatriarnos".

Oficio, o bien regreso a la ética manual como garantía "tout court" de los realizado, y clasicidad como hallazgo, filosófico antes que formal y modal, de la ratio de la imagen, de su diseño interno, su necesidad y su destino..........

REF. itinerario de la Scuola Romana- Flaminio Gualdoni

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