domingo, 24 de noviembre de 2013

Matias Quetglas








 Ciudatella- Baleares-1946
El Mediterráneo es la cuna de Quetglás, su fuente de vida y de inspiración. Llegó a Madrid con diecinueve años para cumplir el servicio militar y se quedó después para estudiar en la Escuela de Bellas Artes con Antonio López, Francisco Echauz y Barjola. Allí, y en su primer año de estudios, conoció a María Antonia, estudiante de arte, con quien se casaría posteriormente y que fue su modelo durante muchos años.
Antes de terminar sus estudios universitarios realizó su primera exposición individual en la Galería Skira de la capital, recibiendo elogios de pintores como Eusebio Sempere y la galerista Juana Mordó, que le contrató en 1970 y con la que trabajó hasta su muerte en 1985. En esta primera etapa su obra tiene un aire ritual y de celebración, entre el surrealismo y la pintura religiosa.
Seguidamente alternó los bodegones, como el de "Ave y flores" que aportó a la colección UEE en 1986, con una larga serie de retratos de su esposa en los que primó lo sustantivo sobre lo adjetivo. Un reflejo de su concepto de la pareja y de las situaciones pasionales que se viven en la unión de dos.
Evolucionando en su carrera, pero sin romper con el pasado, centró entonces su atención en las posibilidades narrativas de la figuración, convirtiendo a los personajes en transmisores de "lo que sucede" y no en intérpretes de sí mismos. Sin embargo, ante las dificultades para contar historias del natural, prescindió de modelos para sus creaciones desde 1985. Esa experiencia de "realismo de memoria" le llevó hacia una imagen más simplificada y esencial, más abierta en el lenguaje y a la experimentación en la que queda patente la influencia y devoción que siente por maestros como Rembrandt, Velázquez, Bacon, Picasso, etc.
El menorquín es un artista completo, que trabaja indistintamente como pintor, grabador o escultor, con una constante inspiración basada en el sentimiento metafísico y la voluntad de comunicación afectiva.
Violant Porcel, crítica de arte, comenta que "...cuando observamos una obra de Quetglás nos seduce su riqueza de contrastes, escenas próximas y a la vez atemporales en que las figuras se perfilan agitadas a la par que hieráticas y distantes. Encontramos en él la libertad de la abstracción combinada con el control de la figuración. La modernidad en las texturas y el clasicismo en el dibujo. Ahí reside quizá el gran encanto, el misterio de la obra de Matías Quetglás, cuya singularidad en el panorama artístico español se conjuga con la solidez con que se sitúa en esta nueva dimensión neofigurativa, imaginativa, que ha conquistado el horizonte internacional".
Esa unión de claves creativas es la que ha hecho que su obra haya sido muy bien acogida desde que comenzara a ser mostrada hace cuarenta años en galerías, museos y exposiciones de Madrid, Barcelona, Munich, Colonia, Milán, París, Helsinki,..

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