martes, 15 de junio de 2010

Ignacio Basallo




Para hablar de la obra del escultor orensano Ignacio Basallo (1952) -uno de los supervivientes menos ruidosos de Atlántica-, podríamos establecer determinados paralelismos con un grande de la escultura como Martín Puryear; sobre todo en aspectos formales, manteniéndose distantes en intenciones e hilos temáticos. Ambos valoran las distintas tonalidades de su material por excelencia, la madera, para establecer tensiones y ritmos, utilizando su capacidad de sorpresa, su movimiento, para combinarla con materiales flexibles como las cuerdas y llegar así a productos de elegante sencillez. Sus silenciosas construcciones poseen, como indicaba Robert Storr a propósito de las obras de Puryear, una “voluntad de anonimato similar a la del artesano tradicional”. Bien en sus huecos monolitos, bien en sus aéreas maquetas, Basallo matiza hasta lo refinado, valorando el gesto del dibujo y dominando la escala. Escapa de la humanidad inherente al uso de la piel en Puryear para inspirarse en lo popular, en una realidad cotidiana que descontextualiza, aproximándose al equilibrio constructivo de los instrumentos de labranza, macizos y a la vez inconsistentes, atados o cerrados en apariencia y carentes de límites en sus virtuales interpretaciones.

ref-
David BARRO
EL CULTURAL

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