viernes, 17 de marzo de 2017

Anders Zorn



(Utmeland, 1860-­Mora, 1920). Pintor sueco. Hijo natural de una campesina sueca y un cervecero alemán, Zorn creció en un medio rural, en la Dalecarlia sueca, y se formó durante dos años -estudiando primero escultura y después pintura a la acuarela- en la Academia de Bellas Artes de Estocolmo


 En 1881 abandonó Suecia y viajó a Londres, París y España, iniciando una vida viajera y cosmopolita durante la que obtendría incontables triunfos, especialmente en el campo del retrato, en toda Europa y Estados Unidos. Cultivó asimismo las escenas de género y la pintura de desnudos femeninos. Influido, en lo que se refiere a la pintura al óleo que solo comenzó a cultivar bien avanzada la década de 1880, por Whistler, Sargent y Albert Besnard, su obra se encuadra entre la de los pintores luministas del cambio de siglo (el danés Peder ­Severin Kröyer, el noruego Fritz Thaulow, el español Joaquín Sorolla, etc.), todos ellos admiradores de Velázquez e influidos por él, en mayor o menor medida, desde el punto de vista técnico, en algún momento de sus carreras.


 Zorn viajó a España por primera vez, en compañía del también pintor Ernst Josephson, a mediados de septiembre de 1881, pasando entonces dos semanas en Madrid y varios meses -hasta febrero de 1882- en Sevilla y Cádiz. Aunque visitaron entonces el Museo del Prado y Josephson era ya un admirador de Velázquez, Zorn, según confesión propia, no «descubriría» real­mente al sevillano hasta el año siguiente, cuando vio en Roma el Inocencio X. Después volvería a Madrid en 1884, llamado por el embajador sueco para hacer retratos a la acuarela de personajes de la alta sociedad, y debió de estudiar ya más a fondo las obras del Prado. 


Es entonces cuando el conde Morphy, secretario privado de Alfonso XII, le encargó el Retrato de Cristina Morphy que fue legado por la condesa viuda al Museo del Prado en 1935, una acuarela que fue presentada en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1884. Al menos otro de sus seis viajes posteriores a España -una ­estancia de una semana en 1900- lo hizo, según le escribió a su mujer, ­porque echaba de menos a Velázquez. Joaquín Sorolla, amigo suyo desde que ambos se encontraron en París en 1906, establecería una sutil relación entre su pintura y la del maestro sevillano: «Parece que [Zorn] dibuja de dentro a afuera; que no busca nunca el contorno o silueta, y, desde luego, puede afirmarse que jamás hace nada fragmentado; no inventa; todo, como nuestro gran Velázquez en sus Meninas, lo tiene junto y lo pinta a la vez». 


Llegó a ser miembro de la Berliner ­Secession y, después de su muerte, su casa natal se convirtió en un museo dedicado a su vida y obra. Coleccionista desde que sus ingresos se lo permitieron, Zorn adquirió varias obras de escuela española que pueden contemplarse en dicho museo y entre las que se hallan, además de San Bartolomé y La Magdalena ­(ambas tablas del siglo xv), Lágrimas de san Pedro, de la escuela de El Greco, Hombre con una copa de vino (versión, del taller o escuela de Velázquez, de El geógrafo del Musée des Beaux-Arts de Rouen, que él adquirió en ­Múnich en 1912 creyendo que era original) y Aparición del Niño Jesús a san Antonio de Padua, firmada y fechada «Jusepe Ribera F. 1647», pero considerada generalmente obra de taller.

Museo del Prado

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