jueves, 16 de junio de 2011

Joseba Eskubi


Joseba Eskubi trabaja en la construcción de un espacio escénico, o mejor, de los espacios escénicos, distintos y separados, que son cada uno de sus cuadros. Espacios separados y delimitados en los que la masa de pintura es extendida, girada, amontonada, aplastada hasta constituirse en atmósfera, en tierra, lugar, en delante y detrás y en masa-figura. No existe, en este trabajo una imagen separable de esa masa orgánica de la pintura, que hace del cuadro un cuerpo.

En la sucesión de lugares de la pintura de Joseba, hubo un día edificios. Edificios o estructuras-edificio, nacidos del entrelazado de líneas y de la delimitación de planos de color, a la vez rígidos y orgánicos. Edificios en mitad de lugares vacíos en los que el viento no soplaba y desde los que, los edificios, parecían mirarnos. También un día quedó fijada, en la pintura de Joseba Eskubi, la línea de tierra. Línea de un horizonte incierto, separando vertical y horizontal. Cielo y tierra que no son sino el vientre de su taller desplegado en cielo y tierra. Ha habido también, en mitad de muchos cuadros, manchas como piedras inmóviles en mitad de un sueño.


Ahora la pintura se densifica en lo que parecen bolsas tensas y sanguíneas, vísceras, muñones, excrementos. Figuras dirigidas a nuestros sentidos. Alrededor aire, suelo, fondo. Encarnaciones gustativas, olfativas y táctiles, referidas a su vez a la futura ausencia de toda posibilidad de sentir. Carne muerta y alimento, como en la historia de la pintura. Es la puesta en escena del encuentro de dos actores antagónicos, plenamente revelados al fundirse en una sola visión. Teatro de la aniquilación de contrarios que es el espacio escénico del barroco, de lo barroco. Zonas de alta densidad en el paisaje de una mesa de disección. Mesa en la que se extienden las figuras de otra aniquilación: la de la suave manipulación de la pintura fundida con la violencia del miedo. Miedo vital e indefinible que atraviesa la obra de Eskubi. Miedo fundador. Miedo desde siempre, pero cada vez con una identidad nueva.
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Una modulación sabiamente controlada de las degradaciones de color y de las sombras proyectadas. Un conocimiento sobre la organización de los volúmenes y cuerpos, necesaria para pintar un espacio tridimensional. “Oficio”. Todos los resortes necesarios para que la cuestión sea cuestión de escenografía. Ofrecer, a nuestra mirada, la pintura en un lugar que permita nombrarla. Llamarla víscera, horizonte, cuerpo, enigma. Nombrarla sin dejar de sentir su sustancia, su densidad, su textura.

Sugerencia de colores sanguíneos, de rosáceos capilares y de violáceos de carne mórbida. Aquí o allí, las raras interferencias de colores vivos o la ausencia de color, desagradan, rechinan. Otras veces, vagos reflejos ocres sugieren la descomposición de un cuerpo que se extiende en el aire. El color, su poder de evocación en la pintura de Joseba Eskubi, completa la visión sugerida por las líneas de contorno de los objetos.

Configura en nuestro cerebro la representación de lo mirado. Eskubi induce con el color, información que por evocación, nos lleva mas allá del contenido visible, en el terreno de la vagamente sugerido.
Frente a un hipotético vacío de la figura, bajo las masas de color extendidas, descubrimos en otros trabajos, fotografías de obras de pintores que nos han precedido, siglos atrás enterradas parcialmente. Figuras, imágenes de figuras cubiertas u ocultadas, aplastadas por avalanchas de masas cromáticas. Como si el óleo y el bastidor no bastaran para inscribirse dentro de la Historia de la Pintura, la misma que contiene a Halls y a Mondrian. Como infectando la extremidad del cuerpo de La Pintura que es una tarjeta postal con pintura fresca. Materia que es a su vez la que hace de la imagen un cuerpo y como cuerpo, algo susceptible de ser infectado. En otras obras, raras, en las que se produce efectivamente ese vacío de figura, este encuentra sobre el soporte, la forma de un entresijo de escombros, líneas, planos de color superpuestos, deshilachados. Como si el viento hubiera soplado, esta vez demasiado fuerte y nos dejara frente a los restos de un silo derrumbado y en el que, desolado, faltara alguien.

Podemos por último preguntarnos cuando, en que momento, la acción representada ha tenido lugar. Porque el escenario que esta ante nosotros se nos antoja deshabitado y nos envía hacia nuestra propia ansiedad. Si lo que estamos mirando son restos, es porque forzosamente hemos llegado después de que lo que sucede, haya sucedido. Es decir en un futuro. Futuro desollado, desencarnado. Relación otra vez, con lugares privilegiados del barroco mas allá de las vanidades, lugares que eran la ruina y también la biblioteca. Lugares que situados en el presente, contienen cada uno por igual su parte de memoria y su parte de futuro fundidos, confundidos. Es decir, que el sueño de esa imagen que se nos da, se nos da como un sueño premonitorio y porque es premonitorio, el miedo fundamental, del que hablaba antes vuelve a tomar sólidamente el timón, hasta ser evacuado, extendido, diluido, en la superficie pintada. Una vez tras otra.




Juan Mendizabal

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por incluirme en tu web. Un saludo.

Joseba Eskubi

ines dijo...

Es un placer. Gracias a ti por tu obra.

Inés