sábado, 23 de marzo de 2013

ELENA BLASCO







La ingenuidad como el lugar del que se extraen los monstruos cotidianos que nos acompañan desde niños no debe ser el objeto del combate del artista sino más bien un aliado. Lo mismo sucede con la duda, con el experimento, con el hallazgo fortuito de signos desconocidos pero que se saben inscritos en los códigos con los que pueden representarse las cosas. Así parece entenderlo Elena Blasco (Madrid, 1950), que a lo largo de su camino como artista ha ido recogiendo los frutos de la duda más que sembrándola y haciendo acopio de esa ingenuidad que es ramificación neutra de la inocencia y un buen medio con el que acercarse al miedo sin necesidad de ser valiente.


El Cultural

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