Pruna Ocerans, Pere. Barcelona, 1904 –1977. Pintor.
Pere Pruna Ocerans nació en Barcelona. Muy pronto sus padres se percataron del talento a la pintura de Pere. Con sólo trece años participó en una exposición en las Galerías Areñas de Barcelona, muestra presentada por Jaume Brossa y Joseph Maria Junoy. Su aprendizaje como pintor fue lento, pero marcado por su decisión de convertirse en un reconocido artista. En sus inicios, trabajó en el taller de joyería de Manuel Valentí, y acudía a las clases que impartía el pintor Francesc Labarta en la Escuela Municipal de Arte. A la vez, era habitual encontrarlo en talleres de artistas reconocidos, como Ricard Canals y Sebastià Junyer
Desde un primer momento, Pruna se lanzó a seguir todo tipo de aventuras artísticas, de las que sacó gran provecho. Se interesó por Matisse, por Pissarro, por Derain, por, sobre todo, Cézanne; la admiración hacia el maestro de Aix le duró toda la vida.
No sin dificultades económicas, en 1921 decidió trasladarse a París. Lo primero que hizo Pere Pruna al llegar a la capital francesa fue ir a visitar a Picasso, con quien inició una larga amistad. Al ver las obras de Pruna, Picasso no dudó en enviarlas a sus marchantes, en especial a André Lebel, director de la Galerie Percier. Lebel aceptó representar al pintor catalán, y fue responsable del éxito y reconocimiento que Pruna adquirió en los primeros años de la década de 1920. Su primera exposición en París, en la Galerie Percier, fue en 1924.
En esta primera etapa parisina, su obra refleja la gran influencia que Picasso ejercía en Pruna, tanto en el estilo de sus cuadros como en la temática de los mismos. De este momento, sobresalen cuadros como Composición con figuras (1921), Mujer con mantilla (1924) o El Arlequín (1926).
Fue entonces cuando recibió el encargo del bailarín ruso Serge de Diaghilev para que diseñara el decorado y el vestuario de sus espectáculos, al igual que años antes habían hecho Picasso y Sert. Entre las escenografías firmadas por Pruna se encuentra Les matelots, La Pastoral, Pucinella, Maximiliano o Danseur. Esta colaboración teatral, que continuó hasta 1940, hizo que su obra tuviera mayor repercusión, y se convirtió en un artista muy apreciado por coleccionistas de Inglaterra, Italia y Estados Unidos.
A finales de la década de 1920, Pruna necesitaba cambiar de orientación. A partir de 1930, la obra de Pruna se fue labrando un sólido prestigio entre la burguesía catalana. Frecuentó cada vez más Barcelona y expuso con regularidad en galerías de la ciudad. El estallido de la Guerra Civil le sorprendió en Barcelona, donde estaba con su familia. En 1937, decidió volver a España, y se unió a las fuerzas franquistas. Cuando terminó la guerra, alternó las estancias en Sitges con las que hacía en Montserrat, núcleos que estuvieron totalmente vinculados a su personalidad artística y que le llevaron a reafirmar su magisterio.
Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, Pruna intentó volver a París, ciudad que entonces le recibió con mucha frialdad, especialmente por parte de sus compañeros, quienes, como Picasso, eran artistas a favor de la República y se habían sentido traicionados por Pruna, que se alineó con el bando franquista.
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