jueves, 17 de abril de 2008

EDUARDO URCULO











Michael Mullan - Obituario - Eduardo Úrculo


(The Times, 5 de abril de 2003)


Nacido en la ciudad costera vasca de Santurtzi y criado en Asturias, Úrculo dejó la escuela a los catorce años y su formación artística fue básicamente autodidacta, después de un acceso de tuberculosis que lo mantuvo en cama durante meses. En 1958 consiguió una beca para estudiar en Madrid y pronto obtuvo varios éxitos, en sus exposiciones en la capital, en Oviedo y en París, donde pasó gran parte del siguiente año pintando vistas del paisaje urbano. Un áspero realismo social alternaba con el surrealismo y la abstracción en su trabajo hasta mediados los sesenta, en que se fue a Ibiza y empezó a investigar en nuevas direcciones.

Úrculo viajó mucho y tomó contacto con el movimiento Pop Art en el norte de Europa. El cuerpo femenino, el erotismo, la fecundidad (simbolizada en sus trabajos por las vacas) y las ideas de distancia y desarraigo pasaron al primer plano. Durante esa década pintó casi siempre con pistola de aire. También hizo serigrafías, se aventuró en la escenografía, y exploró las naturalezas muertas. Los sombreros cobraron importancia, representando la presencia implícita del observador: el propio artista figura en muchos de sus cuadros como un hombre con sombrero, visto de espaldas.

Los colores primarios e intensos destacan con fuerza en sus pinturas, despojadas de detalles superfluos. Su maestría técnica como dibujante era superlativa. Uno de sus acrílicos, “El Beso”, es una vista de una pareja que se abraza: sólo se ve la parte de atrás del sombrero de paja de ella y la copa del sombrero de él, pero la imagen es tan evocadora y emocionante como “Le Baiser” de Rodin, mucho más explícita.

En otros trabajos posteriores, Úrculo vierte su fascinación por la vida de las ciudades, y por Nueva York en particular. Nuevos motivos fueron emergiendo: aviones y, más tarde, geishas. Sus esculturas de bronce son hitos urbanos en varias ciudades. Últimamente, estaba redescubriendo elementos del cubismo.

Úrculo estaba en excelente forma, y participando de un tranquilo almuerzo en la Residencia de Estudiantes de Madrid... cuando se indispuso súbitamente y murió. Su esposa, Victoria Hidalgo, estaba allí. Tenían un solo hijo, Yoann. De haber vivido hasta este verano, el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía le hubieran hecho entrega de la más alta condecoración artística de España, la Medalla de Oro de las Bellas Artes, que ya tenía otorgada.



Eduardo Úrculo, pintor y escultor,
nació el 21 de septiembre de 1938.
Murió el 31 de marzo de 2003.


Born in the Basque seaside town of Santurtzi and raised in Asturias, Úrculo left school at 14 and was largely self-taught as an artist after a bout of tuberculosis kept him bedridden for months. A scholarship sent him to Madrid in 1958 and he enjoyed early success, exhibiting there and in Oviedo and Paris, where he spent much of the next year painting inner-city landscapes. A gritty social realism alternated with surrealism and abstraction in his work up to the mid-1960s, when he moved to Ibiza and began to develop in new directions.

Úrculo travelled widely and in northern Europe he came into contact with the Pop Art movement.. The female body, eroticism, fecundity (symbolised in his work by cows) and notions of distance and displacement came to the fore. The airbrush was a favoured tool for a decade; he also made silk-screen prints, ventured into stage design and explored the still-life genre. Hats became important, often representing the implied presence of the observer: the artist himself figures in many of his paintings as a hat-wearing man seen from behind.

Intense primary colours feature strongly in his pictures, shorn of extraneous detail. Technically, his draughtsmanship was brilliant. One of his acrylic paintings, El Beso (The Kiss), is a view of a couple embracing: only the back of her straw hat and the top of his red trilby are visible, but the image is as poignant and stirring as Rodin’s explicit Le Baiser.

Úrculo’s later works reflected his fascination with city life, particularly New York. Aeroplanes and eventually geishas emerged as new motifs. His bronze sculptures became landmarks in several cities. Recently, he was rediscovering elements of Cubism.


Úrculo was on sparkling form at a leisurely lunch in Madrid’s Residencia de Estudiantes when he abruptly keeled over and died. His wife, Victoria Hidalgo, was present. They had one son, Yoann. Had the artist lived until this summer, he was due to receive Spain’s highest artistic honour, the Gold Medal in Fine Arts, from King Juan Carlos and Queen Sofia.

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