Se le negó el ingreso en la Academia de Bellas Artes por el simple hecho de ser mujer. Tan solo le quedaba acudir al Louvre y hacer copias de obras de los grandes maestros. Así lo hizo junto a su hermana Edma. Pero Berthe Morisot (Bourges, 1841-París, 1895) estaba llamada a hacer grandes cosas en el mundo del arte. Y de ello tuvieron gran parte de «culpa» dos pintores. Por un lado, Corot, que en 1860 se convirtió en el nuevo maestro de las hermanas Morisot, y gracias al cual abandonaron el museo y salieron a pintar al aire libre.
Pero,
para Berthe, más importante aún que Corot fue Manet, a quien conoce en 1868. Fue
Manet quien sacó de ella la gran pintora que llevaba dentro. Pronto se convirtió en su modelo preferida. Posó para él en
una decena de cuadros, algunos tan célebres como «El balcón», del Museo d'Orsay.
En cierta manera estaba obsesionado con esta bella, culta e inteligente mujer,
nacida en 1841 en una familia de la alta burguesía. La obsesión parece mutua, a
tenor de las cartas de Berthe a su hermana: «Jamás olvidaré los antiguos días de
amistad y de intimidad, cuando posaba para él y el encanto de su espíritu me
mantenía muy despierta durante largas horas...» Siempre se rumoreó que hubo una
relación sentimental entre ellos, pero nunca se pudo confirmar. Berthe acabó
casándose con Eugène Manet, hermano del pintor.
Fue la primera mujer que entró a formar parte del grupo impresionista. Expuso con Monet, Renoir, Sisley, Pissarro, Degas y compañía en la mítica Primera Exposición Impresionista de 1874, y recibió mejores críticas que algunos de sus compañeros. Fue Degas quien convenció a la madre de Berthe para que la dejase unirse al grupo: «Su nombre y su talento son demasiado importantes para nosotros como para que podamos prescindir de ella». «Yo valgo tanto como ellos», escribía la artista.
Independiente y rebelde, fue, además de una gran pintora, una activa animadora cultural. Mantuvo una estrecha amistad con intelectuales como Mallarmé y Valéry. Este último, casado con una sobrina de Morisot, decía que ella «vivía su pintura y pintaba su vida»; consideraba su pintura como «el diario de una mujer expresado a través del color y el dibujo». Y es que, mientras sus compañeros impresionistas pintaban en calles, bares y teatros, Berthe Morisot hacía lo propio en interiores domésticos: mujeres en casa leyendo, cosiendo, meditando... o paseando en parques.
En la mayoría de las ocasiones pinta su propia intimidad. Muchas de sus pinturas tienen como escenario su casa, con sus muebles y sus objetos personales. Es el caso de «El espejo psiqué», de la colección Thyssen. Son su casa, su dormitorio y su espejo los que aparecen en el cuadro. También sus modelos suelen ser familiares y amigos: su marido, su hermana Edma, sus sobrinas y, muy especialmente, su hija Julie, que desde que nace, en 1874, se convierte en casi protagonista absoluta de su producción.
Berthe visita a Monet en Giverny y pinta flores. También trabaja en el Bois de Boulogne, cercano a su casa, y en una casa de campo en Mézy donde veraneaba. Allí retrata, vestida y desnuda —como las Majas de Goya—, a una pastora. Sus compañeros impresionistas adoraban y admiraban a Berthe Morisot. Tras su muerte, en 1895, escribe Pissarro a su hijo: «Fue un honor para el grupo impresionista».
Ref. ABC cultura
No hay comentarios:
Publicar un comentario